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La salud de W.R.

21 junio 2008

[Iluminaciones 02-cr-2/008]

6. Se coloca al paciente en una mesa de rayos equis.
La radiación electromagnética, impulsada por una máquina en forma de partículas individuales, pasará a través del cuerpo para luego ser detectada por una película sensible.
Las estructuras densas bloquearán la mayoría de los fotones y aparecerán de color blanco al revelar la película.
Las que contienen aire se verán negras y los músculos, la grasa y los líquidos siempre aparecen en sombras grises.
Algunos exámenes se pueden realizar con el paciente sentado o de pie.
El metal y los medios de contraste bloquean casi todos los fotones y aparecen de un blanco brillante.
Las partes del cuerpo que no vayan a ser radiografiadas deben cubrirse con un delantal de plomo para evitar su exposición a los rayos.
La posición del paciente, del equipo de rayos X y de la película, depende del tipo de estudio y del área de interés.
El haz se enfoca en la zona que va a ser explorada; si el paciente no permanece inmóvil, la imagen saldrá borrosa.
Es posible que al paciente se le pida contener la respiración y permanecer inmóvil durante el breve período de exposición (aproximadamente un segundo).
Es igualmente necesario quitarse todas las joyas y ponerse una bata hospitalaria durante el procedimiento, ya que el metal y ciertas prendas de vestir pueden oscurecer la imagen, haciendo necesaria la repetición del estudio.
Situado detrás de una ventana protectora, el radioterapista tomará la imagen de acuerdo al encuadre que el especialista le ha solicitado.
Una pequeña fracción de rayos X atraviesa el cuerpo y los tejidos corporales absorben los fotones restantes.
La energía de los fotones absorbidos elimina o separa compuestos, lo cual puede ocasionar daño celular.
La mayor parte de este daño se repara pronto, pero hay otras fracciones en donde el mal resulta permanente.


8. El paciente se quita la ropa y collares o pulseras que puedan interferir con la exposición; se le dará una bata; etcétera.

Si hay miedo, el radioterapista tendrá que dejar la sesión para el día siguiente.
Acostado en la mesa, ese cuerpo servido en bandeja (que no sangra pero integra su dolor al procedimiento) es más bien el de un carnero listo para abrirse en canal.
Una vez que el director de rayos dispara, el sujeto pregunta. “¿Es todo?”. Que sí.
Entonces se coloca la ropa.
Impulsado por su derrumbe quiere abrir, sin éxito, la puerta del ascensor.
Un letrero, puesto ahí quién sabe desde cuándo, advierte: fuera de uso.


9. / Media vita in morte sumus
La pregunta es cómo puede fungir un radiólogo sin temor.
En cuotas mínimas, la radiación es un pac-man que desgrana al sujeto que la opera.
Eritema cutáneo, cataratas y descenso de la producción de células sanguíneas.
Si un gramo de vida escapa al técnico en cada cliqueo, nadie está a salvo cuando suministra el servicio en el hospital.
Los chalecos de plomo se evitan por incómodos y el cuidado escasea.
Algunas estadísticas indican pérdida de pelo, depresión, disgregaciones matrimoniales y esterilidad.

Informe y notas posteriores
Würzburg, 1895-1896
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C.R.

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