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Temporadas en el país de las maravillas / 1

01 noviembre 2008


En noviembre de 2001 me encontraba de vacaciones. Esperaba el verano. Menem ya no era presidente, Shakira salía con el hijo del nuevo mandatario Fernando de la Rúa, y “El hijo de la novia” iba camino al Oscar.
El gobierno quería blanquear el dinero que los argentinos tuvieran fuera del país como parte de la reestructuración de la deuda pública, impulsada entonces por el ministro de economía Domingo Cavallo.


Esta reestructuración contemplaba la emisión de bonos nuevos, garantizados con parte de la recaudación impositiva y aportes del Fondo Monetario Internacional.
El 11 de septiembre había pasado y sido un antes y un después para los norteamericanos. El gobierno de Bush comenzaba a arrasar con todo y buscar apoyo. El ántrax, amenazas terroristas y comentarios de que la guerra en Afganistán sería otro Vietnam, ponían la piel de gallina a todos los que veíamos las noticias en todo el mundo.
Argentina sufría la caída de ingresos y el aumento del trabajo en negro. En las reuniones familiares nunca faltaba quien dijera que De la Rúa nos llevaría a la ruina.
Había podido conocerlo cuando estudiaba en la secundaria, durante una clase de educación cívica. Su traje parecía tres veces más grande que él y hablaba con cierta timidez, pero no decía nada.
Con Estados Unidos ocupado en sus problemas, el secretario del Tesoro norteamericano, Paul O’Neill, dijo que Argentina no necesitaba auxilio del FMI y que nuestro plan funcionaría. Wall Street fue más directo: simplemente no nos daría su dinero para financiar los planes de Cavallo sobre la deuda.
La iglesia hizo lo suyo ofreciéndose como puente para el diálogo, hasta que las represiones con balas de goma y el caos se hicieron incontrolables. El FMI no haría efectivo el desembolso pendiente de 1260 millones de dólares hasta verificar el cumplimiento de la meta de déficit cero, y además, cuáles eran las pautas para el presupuesto nacional del año siguiente.
El resto del mundo no tenía idea de hacia dónde quería ir Argentina. Predecían que íbamos al colapso total. “O Globo” de Brasil publicó que migraban los inversores, los consumidores, las empresas y los profesionales a ese país, agregando que éste se “despegaba” de nuestra crisis aunque aumentaran nuestros problemas. Incluso un diario alemán, el “Die Tageszeitung”, publicó que al encontrarse el Estado en bancarrota, los acreedores debían aceptar el plan de reestructuración de la deuda aunque no funcionara.
El riesgo país aumentaba y la Bolsa caía. En todo el mundo podían ver que el plan producía una caída en masa. Con todo, Marie y yo habíamos estado queriendo salir de la ciudad durante los últimos cuatro meses y el verano estaba cerca.
Mi amiga se había encargado de los asuntos de su tía Irene durante todo el año y quería viajar a la costa, mientras que yo quería irme a cualquier sitio para no tener que ocuparme de mis propios asuntos y tareas pendientes. Estábamos determinadas a que nada nos quitaría el verano, pero nos encontrábamos a la espera de los hechos sin hacer ninguna movida.

El primero de diciembre almorzamos en mi departamento de Villa Crespo. La radio sonaba desde el balcón y el calor abrumaba las calles, dejando colar su vapor a través de las ventanas.
Escuchamos que George Harrison había muerto. Miré a Marie y noté que arqueaba las cejas, no pestañaba y se veía impactada. Sabía que mi amiga había tenido uno de esos días en los que hay que meterse en la cama y no salir más que para orinar, así que cometí el error de echarme a reír.

-¡¿De qué te reís?! Mi Beatle favorito se murió –me lanzó en la cara con bronca.
-No es para tomarlo así, estaba muy enfermo, ¿no? –me animé a decir – ahora debe estar donde quería.
-Eso no es consuelo… ¿Habrá cítaras y ácido donde está?

Mientras tanto, la gente retiraba los fondos de los bancos haciendo filas interminables y los cajeros automáticos no daban abasto.
Al día siguiente, las transferencias al exterior por más de 1000 dólares estaban prohibidas y no se ofrecían préstamos en pesos. Anunciaron también que así sería por 90 días, hasta finalizar el canje de deuda entre los inversores extranjeros. Sólo podían ser retirados 250 pesos por semana.
La gente se quejaba de no poder retirar el dinero permitido de los cajeros por falta de fondos y todo se fue a la mierda. Paros generales, saqueos, enfrentamientos, heridos y muertos, pasaron a ser lo típico de un día en Argentina. Un aire lúgubre nos envolvía y era imposible no respirarlo. Se suicidaban comerciantes y jubilados, gente que lo había perdido todo. Una gran peste parecía haber venido por nosotros.
De la Rúa pensó en cerrar los canales de televisión para evitar que se transmitiera el caos, y minutos antes de firmar su renuncia, aún insistían en negar que ésta existiera.
Los que no estábamos en las calles permanecimos pegados al televisor, discutiendo con vecinos y amigos. Algunos querían adherirse al desastre y otros simplemente huir. Era imposible llegar del ascensor a la puerta del edificio sin cruzarse con alguien que no predijera una guerra civil o que diera gracias a Dios por no haber depositado su dinero en el banco.
El día culminante fue absolutamente bizarro. El primero en renunciar fue Cavallo. En Buenos Aires, la gente destrozaba los vidrios de los bancos y paradas de autobuses. Hubo manifestantes golpeados y detenidos en la represión policial. Todo comenzó a las nueve de la mañana y no terminó hasta ya avanzada la noche.
En Plaza de Mayo la policía lanzaba gases lacrimógenos y más golpes, como si se tratara de una batalla de soldados contra soldados. Fueron golpeados brutalmente e hicieron que todo volviera a irse a la mierda. Esta vez aun peor.
La gente perdió la cordura por completo y comenzó a incendiar autos, así como cualquier cosa que hallaran en su camino. Muchos supermercados fueron saqueados e incluso algunas casas particulares. Finalmente, De la Rúa tomó su helicóptero en la terraza de la Casa Rosada y se rajó.
La jueza federal, María Servini de Cubría, inició un proceso penal por la “indiscriminada represión” policial y el presidente no pudo dejar el país. Luego asumió como mandatario Rodríguez Saá, debiendo permanecer en el cargo hasta el mes de marzo, pero el hastío popular lo hizo desprender de su flamante título de urgencia y asumió Duhalde el 2 de enero de 2002. Después del ridículo desfile de presidentes, este último se quedaría hasta diciembre de 2003.

Marie y yo no habíamos hecho más que embriagarnos y reírnos de todo durante años, pero las cosas estaban feas y necesitábamos un cambio cuanto antes. Siempre me acompañaba a cualquier parte y yo hacía lo mismo por ella. Juntas la pasábamos bien y ambas éramos difíciles de satisfacer. Sufríamos de aburrimiento crónico. En nombre de la amistad, una dejaba a la otra que bebiera hasta caer y las dos terminábamos borrachas hasta las cejas, como para que una no quedara más o menos perdedora que la otra.

Dejamos la ciudad cuando todo el asunto concluyó. Nos sorprendía enterarnos de los hechos y los cambios día a día, es más, sólo deseábamos estar lejos.
[Continúa...]


Florencia Marino es periodista.
Su fotolog: reporterarg

Acerca de "Temporadas en el país de las maravillas"

4 comentarios:

baba dijo...

los bloggers generalmente son los que la miran por la tele. una raza demierda, unos pelotuso refugiados en el papel. en el 2001 había mucha calle para masticar y los que no nos bancábamos el toque de queda o cualquier pelotudez por el estilo salimos a decir que no, a gritar que no, y a escribir en las paredes. hasta los más conchudos golpeaban cacerolitas. pero siempre hay pelotudos inactivos que piensan que si están afuera del tema son más sinceros con la actitud del reviente. por mi que se pudran, la furia me come por dentro.

genovesio

Anónimo dijo...

baba: exactamente. Seguí leyendo y gracias x tu comentario.

Anónimo dijo...

una aclaración: si mal no recuerdo, Kirchner asumió en mayo del 2003. Por lo tanto, Duhalde se fue antes de diciembre de ese año.
Saludos!

Anónimo dijo...

Gracias pipi por ese detalle. Duhalde asumió hasta diciembre de 2003. Lo que ocurrió fue que se tomó una decisión inconstitucional. Así fue como Kirchner logró asumir en mayo, rompiendo las reglas, pero fijate que Duahalde sí debía quedarse hasta diciembre y en esa época (la de las crónicas) era hasta donde sabíamos. Fijate también que no dice "Duhalde se quedó" sino "Duhalde se quedaría". Se suponse que fue escrito entonces. Un detalle.
Saludos!