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Fantasmas de seda

22 octubre 2009

Vean éste proyecto donde el arte y la indumentaria se relacionan en una comunión perfecta.

Carte Blanche, en francés "carta blanca", es un término que allá por el año 1400 se lo asociaba con un "desafío libre". Por otra parte, en jerga militar y en el marco de una batalla, se lo ha utilizado como un acuerdo de rendición incondicional. Esa carta blanca era en realidad un papel firmado por el bando dominado en el que constaba su rendición.
Carte Blanche representa poder absoluto, libre iniciativa, renunciar. En este caso, significa una entrega total a la fantasía y la imaginación.
Sportmax convocó a Brunnquell para diseñar las primeras tres piezas de la colección "Carte Blanche" y le otorgó la completa libertad en la toma de decisiones.

Brunnquell creó las prendas con formas simples y volúmenes mínimos (en clara referencia a las clásicas líneas japonesas) y las completó con abstracciones monocromáticas en tinta negra inspiradas en los Yōkai, fantasmas de la mitología japonesa.
Los dibujos, como pueden ver, conforman un universo poblado de presencias sobrenaturales, extraños demonios y cadavéricas sonrisas, a medio camino entre lo irónico y lo temible.
La idea se completó con el lanzamiento de una edición limitada de 600 remeras en seda estampada y las pone a la venta en internet.

La colección plantea un manifiesto concreto: conceder total libertad, dar rienda suelta a la iniciativa propia, convertir al artista en el artífice de la moda.
Sportmax nace del equipo creativo de MaxMara en 1969 para producir una ropa más práctica y diversa respecto del estilo tradicional de la firma. Maramotti, su fundador, fascinado por la atmósfera innovadora de la “Swinging London”, supo definir los rasgos de un nuevo movimiento juvenil, que en poco tiempo recorrería el mundo entero.

* El proyecto: Carte Blanche.
* El artista: Christophe Brunnquell, director de arte de la
revista de moda y cultura Purple.
* La empresa:
Sportmax (integrante de la fashion house italiana MaxMara).


Amnesia, basura, rémoras, glotones y timadores de TV

13 octubre 2009


a) escribo sin razón muerto de invierno.
b) encuentro en Google Books muestras de "Formas de humo" de Eric Schierloh.
c) me reconozco, me inspira, anoto una frase.
d) la frase se hace amiga de mis frases.
e) termino la sin razón llamada "Crónicas de un país llamado canciones".
f) la publico, 5 amigos me dicen que les gusta, supera las expectativas.
g) Schierloh, ni idea cómo, la lee y asoma en Klamahama para decir que le da gusto saber que sus palabras fueron puente hacia otras.
h) como el escritor es él y el farsante soy yo, le agradezco sus palabras con un post.

"Leonard Cohen dijo que escribir canciones era como ser una monja, porque uno estaba casado con un misterio. Yo creo que escribir es lo mismo. Escribo porque para mí escribir es tan natural como lo es para un carpintero tomar un pedazo de madera noble y cortar un ángulo recto con su serrucho algo viejo y oxidado o levantar la viga del tejado y empezar de nuevo; Gregory Corso escribió largamente sobre esta naturalidad en un artículo muy bueno titulado “Algo acerca de mis comienzos... y lo que siento ahora”. Escribo porque escribir es el mejor empleo de tiempo completo, lo mismo que ser padre o amante. Probablemente no sepa hacer otra cosa. La literatura es el bosque invertido que crece debajo de la tierra devastada, la llave que abre la puerta del sótano de la vida donde uno puede echar un vistazo siempre que tenga ganas de escuchar a los genios y chiflados del pasado. La literatura, como decía John Cheever, es la única conciencia que poseemos, ha sido la salvación de los condenados, ha vencido la desesperación y tal vez en este sentido pueda salvar al mundo. La literatura es el camino que nunca termina. Espero que la pregunta haya quedado respondida..."

Vía: Poéticas

Y en su blog hay más, acá va un fragmento, sacado de contexto:

(...) Tal como yo lo veo, la única solución es esta: morder la mano que te da de comer. Morder la mano que te da de comer porque el resto es amnesia, basura, rémoras, glotones y timadores de TV y revista. Morder la mano de lo que se supone que debemos hacer, de las obligaciones, de la suciedad que acaba pegándose a uno como insectos estallados en un parabrisas en medio de un nocturno camino rural para poder hacer entonces lo que uno tiene que hacer, lo que uno quiere hacer de verdad: defraudar a un montón de gente que de todos modos no esperaba nada de nosotros puede no ser muy heroico, de acuerdo, pero al menos es un gesto auténtico y, además, mucho más divertido (...)


La imagen pertenece al blog de Eric.