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Viernes Video

30 abril 2010



Jacuzzi Boys - Island Ave., otra balada del mar salado.

(Una de) tres cartas de Bukowski

26 abril 2010

(de Charles Bukowski a John William Corrington)


17 de enero de 1961

Hola, Sr. Corrington:

Bueno, me ayuda, a veces, recibir una carta como la suya. Con esta van dos. Un joven de San Francisco me escribió que algún día escribirían libros sobre mí, si eso fuese de ayuda. Bueno, no estoy buscando ayuda ni tampoco elogios, y no estoy tratando de hacerme el duro. Pero tenía un juego que solía jugar conmigo, un juego llamado Isla Desierta, y mientras estaba tirado ahí en la cárcel o en clase de arte o yendo a la ventana de diez dólares en las carreras, me preguntaba, Bukowski, si estuvieras solo en una isla desierta, para nunca ser encontrado, excepto por los pájaros y por los gusanos, ¿tomarías una rama y arañarías palabras en la arena? Tuve que decir “no”, y por un tiempo esto solucionó muchas cosas y me dejó seguir adelante y hacer muchas cosas que no quería hacer, y me alejó de la máquina de escribir y me puso en la sala de beneficencia del hospital del pueblo, con la sangre saliendo de mis orejas y de mi boca y de mi culo, y ellos esperaban que me muriera, pero no pasó nada. Y cuando salí me pregunté, de nuevo, Bukowski, si estuvieras en una isla desierta y etc.; y sabés qué, supongo que fue porque la sangre había abandonado mi cerebro, o algo así, que dije, SÍ, sí, lo haría. Agarrarría una rama y arañaría palabras en la arena. Bueno, esto solucionó mucho porque me permitió seguir y hacer las cosas, todas las cosas que no quería hacer, y también me dejó tener la máquina de escribir; y desde que me dijeron que otro trago me matararía, ahora lo mantengo en siete litros y medio de cerveza por día.

Pero escribir, por supuesto, como el matrimonio o la nieve o las llantas de los automóviles, no siempre dura. Podés irte a la cama la noche del miércoles siendo un escritor y despertar el jueves por la mañana, siendo algo completamente distinto. O podés irte a la cama la noche del miércoles siendo un plomero y despertar el jueves por la mañana siendo un escritor. Ésta es la mejor clase de escritor.


… La mayoría de ellos muere, claro, porque lo intentaron demasiado; o, por otro lado, se vuelven famosos, y todo lo que escriben es publicado y no tienen que intentarlo en absoluto. La muerte trabaja en muchas avenidas, y, aunque digas que te gustan mis cosas, quiero hacerte saber que si empiezan a pudrirse, no fue porque yo lo haya intentado demasiado o demasiado poco, sino porque me quedé sin cerveza o sin sangre.


Lo que vale es que puedo darme el lujo de esperar: tengo mi rama y mi arena

Esta carta forma parte del libro Living on luck, Selected Letters 1960-1970, Black Sparrow Press, Santa Rosa, 1995. Traducción: Javier Fernández y Flavia Cogliano Jalabert.


La encontré en La periódica revisión dominical, Vía Linkillo (cosas mías).

Viernes Video

23 abril 2010



"Across the sea" de los Hanoi Janes

Ya estamos pisando el fin de semana y el día permite ser optimista, así que suban el volumen, corran los escritorios, inviten a bailar a alguien y a sacudirse!! El sonido es algo reventadito, pero divertido y super retro, y después de todo, un poco de low-fi no mata a nadie.

* Hanoi Jane es el apodo que se ganó la actriz Jane Fonda por su ferviente activismo en causas políticas, en especial su oposición a la guerra de Vietnam. En 1972 viajó a Hanoi, la segunda ciudad de Vietnam y entre otras cosas, participó de unos controvertidos programas de radio donde denunció a los políticos de Estados Unidos y a sus líderes militares como "criminales de guerra". Miren acá (en inglés).

Meet is murder

21 abril 2010

Hiperconectividad

19 abril 2010


Por Juan Terranova


1
Nada se pierde. Todo se transforma. Y se conecta. Sabemos todo. Estamos en todas partes. Pero no somos todo. Somos una célula pasando información a otra célula. Una porción delimitada y perdida en el reticulado del mundo. Vivimos en un archipiélago de cables y radiaciones. Un mar salado con redes de camalotes digitales. D’ambrosio lo sabe. Nos escribimos de noche. Él leyó alguna de mis novelas. Yo sé que se dedica a la filosofía alemana. Comentamos los hechos del día. Somos amigos. Cada tanto nos vemos. Pero preferimos los mensajes instantáneos. Nos escribimos correos. Hoy me dijo que estuvo revisando su cuenta de mail. El servicio gratuito que utiliza almacena todo. No necesita borrar nada. Le pregunto qué encontró. «Mi vida y mucha pereza», me contesta.


2
Todo se digitaliza. La música. Las películas. Los libros. Los archivos. El dinero. Las propiedades. La energía nuclear. El amor. El sexo. El optimismo. El pesimismo. La épica. La picaresca. La lucha de clases. Resulta placentero y un poco vertiginoso. Ya no es necesario esperar a que se haga de día para nada. Podemos vivir de noche. Operar en la bolsa de Tokio desde Buenos Aires contando unos y ceros. A D’ambrosio las metáforas biológicas lo incomodan. Frases como «la memoria ram es una hidra de siete cabezas» o «el monitor es el útero materno» le suenan cursis. Para nosotros el monitor es un imán eléctrico, un condensador de energía, un dínamo. Apoyás la cabeza en la pantalla y te da amnesia. Cada tanto, sin embargo, necesitamos el contraste y salimos a la calle.


3
La trama de energía de nuestras relaciones sociales se modificó para siempre. Cuatro revoluciones industriales.Tres en el siglo XIX y una en el siglo XXI. En el medio, un impasse de cursilerías y masacres. ¿Qué pasa si mañana nos despertamos sin electricidad? Dependemos más de la electricidad que del petróleo.


4
No voy al cine. No me gusta. En DVD miro documentales de rock y de política latinoamericana. «Cosas quemovilizan», dice D’ambrosio.Ya casi no compro el diario. Leo los titulares por la web. Entro en los sitios de seis diarios al día. Pero con suerte leo tres notas de esos seis diarios. Y solamente compro la edición impresa si publican una nota que escribí yo. A veces ni eso.


5
Y pese a todo,mi paranoia sigue siendo analógica. Pienso en armas de fuego. Pienso en la velocidad que desarrollan los autos que pasan por la puerta de mi casa, en los cerebros vacíos de sus conductores. Cada vez estoy peor.


6
Descargo en mi disco rígido escaneados caseros de la revista Nippur Magnum colgados de un servidor gratuito. Elijo las historias que tienen guión de RobinWood, las que leía en mi infancia y adolescencia. Estoy adicto. Leo tres episodios y escribo media página. «Nuevos consumos», me dice D’ambrosio. «Es como alquilar siete temporadas de una serie de televisión y verlas, sin interrupción, un fin de semana ». Cierro mi sesión a las dos y media de la mañana. Me voy a dormir. Me gustaría llevarme la pantalla para seguir leyendo en la cama. «Dentro de un par de años vas a poder», me dice D’ambrosio cuando le cuento. En la cama, escribo a mano en un cuaderno.


7
Trabajo conectado a Gmail. Si no tengo Internet no puedo escribir. Me siento desnudo.


8
Pienso en la típica piba que te habla con actitud condescendiente de la soledad y la web. Estamos en un bar del Centro y ella insiste: «La web y la soledad, la soledad y la web». Es una relación rápida y simplificadora. La soledad existía desde antes. En el comunismo y en el capitalismo, en el Norte y en el Sur, entre los que gobiernan y los que son gobernados, entre los trabajadores y los ociosos.


9
Web y resentimiento. Blogs y envidia. Duro matrimonio. ¿Por qué? La ironía argentina —¿o debería decir porteña?— se pierde en los mensajes de la web y genera resquemores, suspicacias, dudas y fricción.Nos dan la posibilidad de comunicarnos casi sin restricciones y nos insultamos. Ergo, los insultos son parte de la comunicación.


10
Una leyenda urbana. Nueve de cada diez correos electrónicos que se envían son spam.


11
Otra leyenda urbana. Durante su campaña, Obama logró recaudar la mayor cantidad de dinero en la historia de las elecciones estadounidenses. La parte más importante la aportaron contribuyentes privados que usaron la web para hacer sus donaciones.


12
Ahora leo en un blog una nota contra los blogs de un profesor que dice, en su cátedra de la Universidad de Buenos Aires, que la libertad se acabó para el hombre cuando se inventó el reloj cerca del año 1000.


13
Apocalipsis instantáneo. Para un grupo de hermosos paranoicos conservadores, a fines del siglo XX se crea la «cultura digital» y automáticamente todos somos succionados hacia la vida digital y nuestra vida física se anula. Según ellos, nos convertimos en ciborgs indiferentes que orinan por un cable y piensan en quemar los bosques. Es el tic de Sócrates en el Fedón o incluso los indios de postal hollywoodense que no se dejan fotografiar por temor a perder el alma. Estoy dispuesto a aceptar que las herramientas nos modifican, pero nunca al ritmo que dicen los profetas intempestivos que sienten la vibración del fin del mundo en cada paso. Y a propósito, una vez, en una reunión de intelectuales de derecha, una mujer me dijo que ella se hacía fotografiar desnuda por sus amantes pero desgraciadamente nunca había logrado perder el alma, más bien al contrario.


14
Voy con D’ambrosio al videoclub.Alquilamos películas. Es algo muy siglo XX. También le regalo unas pruebas de imprenta de un libro que no leyó. Le digo que tienen mis anotaciones a mano y en lápiz, pero a él no le molesta.


15
Duplicaciones y copias. El 11 de septiembre de 2001, el Vuelo 11 de American Airlines y el Vuelo 175 de United Airlines, secuestrados por miembros de la red yihadista Al Qaeda, impactaron en Nueva York contra las dos torres del World Trade Center, diseñadas por el arquitecto estadounidense de origen japonés Minoru Yamasaki. El 5 de enero de 2002, Charles Bishop, nacido en 1987, estrelló una avioneta Cessna 172 en el piso número 28 de la torre del Bank of America en Tampa, Florida. En una nota, el suicida y única víctima del atentado dejó constancia de su admiración por Osama Bin Laden. Su familia demandó a la compañía farmacéutica Roche alegando que la medicación que Bishop tomaba para el acné lo había llevado a la psicosis. ¿Bishop se transformó en el primer mártir 2.0? En el lugar en el que Wikipedia completa la ocupación de sus biografiados, se lee «piloto». Las fotos que hay en Internet muestran la cola de la avioneta Cessna colgando del edificio como el espinazo quebrado de un pez.


16
Leo en el diario que, en Buenos Aires, uno de cada tres piercings termina en problemas de salud. «Es un buen promedio », dice D’ambrosio. También leo que encontraron el eslabón perdido cerca de Fráncfort y que los científicos están preocupados porque, en Argentina, todavía no tenemos aceleradores de partículas.


17
El marketing es apenas una parte de nuestra imbecilidad y nuestros prejuicios. Como un estadio de césped radioactivo, elmarketing tiene límites muy claros. Por ejemplo, se termina donde empieza el Estado y la burocracia. La burocracia se come almarketing como un perro salvaje a un pollo de campo. Se come todo. No quedan ni las plumas.


18
De verdad. Créanme. El marketing como exomáquina de subjetivación es pobre. Todavía pesa más la educación elemental con maestras menopáusicas de carne y hueso.


19
Utopía, logos y comunicación. Llego por Facebook a un video colgado en YouTube. Se titula The Media Revolution y dura cinco minutos. Su ritmo pausado y claro resulta atractivo. Lo que se cuenta también, pero menos. Son ideas que se conocen desde la literatura y el cine pero sobre todo desde el encendido diario de nuestros pobres clones rellenos deWindowsVista. La potencia del corto está en su fuerza lírica. La voz que narra es un avatar de Philip K. Dick y predice, sin mucho riesgo, que a corto plazo todos los contenidos de los medios se verán unificados en la web. Pero anticipa que Lawrence Lessig va a ser el secretario de Justicia de los Estados Unidos en el año 2020 y que va a declarar ilegal el copyright. Y también que en algún momento del siglo XXI vamos a poder enchufar nuestras cabezas a la red de redes. «Experience is the new reality», dice la voz replicante de Philip K. Dick. Lejos de las especulaciones contemporáneas, ese y no otro va a ser el momento de inflexión. El segundo año cero después del nacimiento de Cristo. No obstante, me gusta pensar que se trata de una profecía incompleta. En el video de YouTube el subtitulado en español, deficiente y con erratas, hace dudar de que la revolución de los medios sea tan democrática. La variable política —praxis y descomposición— no parece estar contemplada en esta triunfal entrada del hombre a la existencia virtual.


20
Por su parte, la Gran Revolución de Octubre fue mecánica y llevó a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas al siglo XX saltando varios estadios de la cadena evolutiva. La próxima revolución ¿será exclusivamente digital? En todo caso, los fusilamientos hay que hacerlos presenciales.


21
Los blogs comparten con los libros el encanto trágico de la lectura entendida como una pasión narcisista. Laweb nos transforma a todos enMadame Bovary, pero a muy pocos en Flaubert.


22
En Wikipedia se puede leer un artículo sobre el «Síndrome de la cabeza explosiva». Se llama así a esas explosiones que sin causar dolor se escuchan dentro de tu cabeza cuando pasás más de quince horas frente a la computadora.


23
Piratería digital. Pierre-Joseph Proudhon, mil veces refutado por Marx, escribe «La propiedad es el robo» en un cartón colgado de un puesto del Parque Rivadavia y vuelve a entrar en el juego de las sillas del capital simbólico.


24
La web afecta también a los que no se dejan afectar por la web. De hecho, a esos es a los que más afecta.


25
Un amigo me cuenta la historia de la chica que pierde el teléfono celular porque se le cae en el inodoro del baño de un bar. El aparto deja de funcionar y ella también. Se dan una serie de malentendidos. El hombre que la espera es casado y ella tiene la mala idea de llamarlo a su casa desde un teléfono público para avisarle de que ya no está conectada. Atiende la mujer. Etcétera. Son las ventajas y desventajas del adulterio administrado desde los mensajes de texto. La logística de las relaciones sociales funcionando en una pantalla portátil de cuatro centímetros cuadrados.


26
Este libro se hizo con textos escritos en procesadores de texto diseñados casi exclusivamente por las mismas empresas. Y después viajó varias veces, íntegro o en partes, por la web. Hace diez años eso hubiera sido simplemente imposible.


27
¿O quizás deberíamos decir quince años? Digamos quince por las dudas. Hace quince años hubiera sido imposible.


28
La elección de los cuentos que aquí se presentan se guió por mi gusto personal, los límites de mi talento y las posibilidades materiales de la antología. Se podrían hacer tres libros más como este con jóvenes narradores de Argentina, sin bajar la calidad y sin repetir un solo autor.


29
La primera vez que estuve en Madrid fui al Rastro y me compré una máscara de gas por diez euros. La tengo arriba de mi escritorio. Me da seguridad. La mujer que me la vendió dijo que era de verdad.


30
Nuestro corazón empieza a funcionar en el vientre materno. Trabaja a un ritmo de entre sesenta a cien pulsaciones por minuto durante toda nuestra vida, salvo cuando dormimos que baja a cuarenta o cuando hacemos actividad física, que puede subir hasta doscientas veinte. Solamente se detiene cuandomorimos. No hay necesidad de resetearlo. No hay que reinstalar el sistema operativo cada dos años. Y viven mejor los que pueden prescindir del último modelo de marcapasos atómico. A D’ambrosio la idea lo angustia. «Por favor, no me lo recuerdes» me pide cada vez que saco el tema. Son entre sesenta a cien pulsaciones por minuto durante toda nuestra vida. Ustedes hagan la cuenta.



Este texto es el prólogo a la antología Hablar de mí (Lengua de Trapo). La selección también es de Juan Terranova.

Vía Eterna Cadencia

La ilustración de apertura del post, realizada a pedido de Klamahama para "conectar" con el texto de Terranova, es una obra de la diseñadora María del Valle Moreno.

Orgía


Una obra de Marian Bantjes (2004)

Sudor

16 abril 2010


Un cuento bien caliente de Pedro Mairal


Estuvimos cuatro años de novios con Valeria hasta que empezamos a buscar departamento para irnos a vivir juntos y en la búsqueda infinita me empecé a dar cuenta de que yo rechazaba todos los departamentos que veíamos porque en realidad no quería mudarme con ella. Pero todo lo demás fue felicidad. O casi todo.


Valeria era hija única, vivía con sus padres cerca del hipódromo de San Isidro en una casa con pileta, mini jardín y hasta un cuarto de servicio que no se usaba, junto a la cocina en la planta baja. En ese cuarto dormía yo los fines de semana. Me llevaba bien con mis suegros, a mi suegro le celebraba los asados, a mi suegra los postres y así me hospedaban amablemente desde el viernes a la noche hasta el domingo a la tarde.


Habían tenido a su hija ya pasados los cuarenta y ahora eran un matrimonio mayor, ya entrados en una especie de plácida menopausia. Me trataban bien, algo distantes, cuidadosos, pero me querían. Si me mantenía durmiendo en ese cuarto en planta baja, más o menos lejos de su hija, me querían. Aunque supongo que sabían que su hija no era virgen, no sé hasta qué punto sospechaban de los cruces nocturnos. Lo cierto es que cuando ya todo estaba en calma y apenas se oía ladrar algún perro de la cuadra a las dos de la mañana, Valeria bajaba y se metía conmigo en la cama. Casi no tengo imágenes de esas noches porque cogíamos con la luz apagada, no por pudor sino para que no nos descubrieran. Pero sí me acuerdo de los sofocones, de los gritos mudos, del jadeo. Nos convertíamos en un monstruo empapado. Valeria fue la primera mujer que me hizo sudar, o la primera por la que estuve dispuesto a agotarme hasta el desmayo. Siempre me pedía más, me pedía que aguantara. A veces poníamos nuestros zapatos bajo las patas de la cama para evitar que la madera rechinara contra el piso de baldosas. Nos pasábamos casi todas las noches del viernes y del sábado chocando el uno contra el otro, estrellándonos. Porque eso era lo que hacíamos, nos estrellábamos. Yo era adicto a sus orgasmos, los necesitaba. Pero a ella le costaba alcanzarlos. Me hacía trabajar. Ella misma me compraba forros texturados y hasta unos que venían con tachas para provocar más fricción. Todos esos forros que se iban por el inodoro, usados y prolijamente anudados‚ al final de la noche.


A ella le gustaba estar encima mío, me cabalgaba con esa insistencia pélvica femenina de moverse, no tanto de arriba abajo sino de adelante a atrás, un movimiento que se iba perfeccionando a medida que crecía nuestra transpiración jabonosa porque su culo patinaba sobre mis muslos y la pija le entraba más hondo. A veces yo me incorporaba un poco en la cama, quedaba sentado, y ella me rodeaba la cintura con las piernas, todavía arriba mío, abrazándome, y yo le sentía con mi mejilla el pelo mojado pegado al cuello, y con las manos el canal de la espalda también mojado y tenso.


Creo que nuestro secreto era el sudor. Yo hasta entonces me había acostado primero con putas y después con dos novias sucesivas y discretas que no soltaban el tigre. Las putas no sudan en la cama, no pueden desvivirse furiosamente por cada cliente, no les daría el físico para estar así todo el día, o toda la noche; apenas con unos gemiditos profesionales les basta para alentar y abreviar el forcejeo del macho triste. Las novias discretas tampoco sudan, seguramente porque no es uno quien les despierta la fiebre necesaria sino algún otro novio o amante venidero. Es decir que Valeria fue la primera con quien me entregué al zarandeo olímpico. A veces me imaginaba que su viejo entraba de golpe prendiendo la luz y decía “¿Qué están haciendo?” y yo le contestaba “¡Suegrito, estamos rompiendo todos lo récords.” Pero eso no pasó exactamente.


Nos partíamos el alma hasta que cantaba el primer pajarito del día (desde el último perro hasta el primer pajarito). Y creo que nos excitaba el sudor porque el forro era como una barrera seca entre los dos, casi como sexo virtual. En cambio el empape del sudor era real y animal. Era nuestro gran secreto, el estado casi acuático de nuestro abrazo. Un logro mutuo. Valeria me agarraba de la nuca, le gustaba sentirme la nuca mojada. Yo le mordía las tetas, le pasaba la lengua por su esternón salado, le subía la mano por la espalda, le juntaba el pelo largo en una coleta abundante y húmeda. Hay algo que pasa cuando se suda cogiendo (o se coge sudando), y es que todo se vuelve más fluido, las caricias ya no son sectorizadas, eso de te agarro el culo y después las tetas y después te acaricio los muslos, sino que el contacto se vuelve todo un continuo, una sola superficie de placer, las partes del cuerpo se difuminan, se estiran casi, se vuelven un todo escurridizo, sin límites ni nombres diferenciados, la piel se vuelve toda beso mojado, mordisco resbaloso, y se coge entre mechones empapados, gotas que caen por el torso en hilos y hay que despejarse la frente y seguir.


Valeria era incansable, guerrera. Me gusta esa palabra, guerrera porque realmente la peleábamos juntos en la cama, cuerpo a cuerpo, en un combate oscuro y extenuante que nos aceleraba el corazón, con susurros violentos y tiernos dichos al oído, hasta que ella empezaba a desarmarse encima mío, como a caerse pero abrazándome fuerte, ahogando un gemido largo hasta que se quedaba quieta y volvía en sí, volvía como un animal jadeante después de una carrera, con la crin pegada sobre la cara, sobre los ojos. De a poco nos sosegábamos, recuperando el aire, buscando oxígeno en bocanadas asmáticas. Y en un momento ella me soplaba suavecito el pecho y me hacía sentir el sudor fresco aliviándome del calor, y yo se lo hacía a ella, le soplaba entre las tetas y hacia abajo hasta el ombligo. Nos alternábamos una vez cada uno y así nos quedábamos un rato dormidos. Después Valeria se volvía en puntas de pie hasta su cuarto.


Pero no podía durar tanta felicidad clandestina. Un sábado a la mañana vimos a mi suegro en el jardín con un tipo de overol azul. Miramos por la ventana de la cocina. El jardín estaba inundado y sobre el pasto se veían cositas de colores. Valeria se tapó la boca. Mirá, me dijo. Era el pozo séptico de la casa, que se había desbordado y habían salido a la superficie todos nuestros forros, los polvos de cuatro años decoraban el jardín. El tipo de overol sonreía, el padre de Valeria no. Y lo peor de todo fue que nunca nos dijo nada. Nosotros huímos como si tuviéramos algún programa imperdible y no supimos quién recogió nuestro inventario profiláctico. Pero esa tarde‚ dando vueltas por el barrio sin animarnos a volver‚ ella me dijo que quizá podíamos empezar a buscar un lugar donde irnos a vivir juntos. Tenía razón. Era el fin de los buenos tiempos y había que empezar a ganarse el pan con el sudor de la frente.

Vía Eterna Cadencia

Viernes Video




Hoy: "All This Time", de Heartless Bastards, incluída en el disco All This Time (2006)

Dónde van las hormigas cuando cierra un diario (o casi)

15 abril 2010


Después de escribir hasta torcerme los tendones
de las manos
y sentir las yemas ni siquiera en llamas:
perdidas
idas
y hacer cuentas:
así pasó el cuarenta y cuatro por ciento de mi vida
haciendo en el teclado ruidos, ruiditos
de hormiga
pesadillas de pulga
después de eso pienso:
¿para qué?
para qué
realmente: para qué.
Quién se tragó esa tinta chica y dónde la dejó
cagada
en qué montículo de mierda
en qué resto está todo lo escrito
Y más: dónde va a quedar
lo que no escriba.

Josefina Licitra en Señorita Li

Lo salvaje

13 abril 2010


Una palabra de Leila Guerriero


Diccionario de la lengua: Salvaje. Del cat. y prov. salvatge. 1. Sumamente necio, terco, zafio o rudo. 2. Se decía de los pueblos primitivos y de los individuos pertenecientes a ellos.




Que se aplica a las plantas no cultivadas. A los animales no domesticados. A los pueblos que no se han incorporado a la marcha general de la civilización y permanecen en estado primitivo, y a los individuos que pertenecen a esos pueblos. A lo aborigen, lo antropófago, lo bárbaro, lo feroz, lo violento y lo cruel, lo arisco, lo montaraz, lo huraño y lo campestre.
El diccionario define así y agrega esto: que se aplica a las personas que se portan sin consideración hacia las demás; a lo que se hace de manera incontrolada, sin respetar las normas establecidas. Y arroja entonces, involuntario, un placer extra: el placer de estar en desacuerdo. Un placer, por cierto, muy salvaje.


Salvaje –la palabra– es bella por su forma (la sierpe de la ese en el comienzo; la ve escueta y sin adornos; la ele como un junco; la a que escribe, también, la mar y el agua; la jota que está en tajo y en jirón, y la e severa, la tan oscura letra) pero también por su inquietante fondo, por lo que dice. Salvaje es, sí, lo que está fuera de norma, lo que no se somete, lo que permanece arisco, montaraz, huraño, un poco hostil, un mucho esquivo y ajeno a toda regla: a toda regla que no sea la suya pero aceptando, también, su consecuencia.


Porque un salvaje no es alguien sin consideración, o que actúa de manera incontrolada. Un salvaje no daña excepto que quieran profanar su territorio. Excepto que, allí donde él planta su reino, le instalen –o pretendan– horario de 9 a 18: jaula. Un salvaje tiene reglas propias, pero reglas, y suelen ser reglas que no se meten con nadie. Ésta, por ejemplo: decir no donde todos dicen sí. Decir sí donde todos se resguardan. Tomar el riesgo. Jugando a los indios y los cowboys en el verano ardiente de mi pueblo, cuando regresaba a casa manchada de barro y de sudor, las rodillas un coágulo de sangre, mi madre, por no saber qué era eso que criaba (un íncubo, una hija) decía: «Sos una salvaje». Yo sonreía: siempre pensé que era un elogio.


La precisa, reconcentrada rabia de estos versos de la poeta uruguaya Idea Vilariño: «Si te murieras tú / y se murieran ellos / y me muriera yo / y el perro / qué limpieza». Rabia: esa otra palabra donde late –semilla de lava– un corazón salvaje. Y lo que (me) hace la palabra salvaje: el lugar al que (me) lleva, las cosas que (me) dice: tu espalda bajo la lluvia de un cielo de barro, la camioneta empantanada, el río creciendo implacable bajo el puente y la naturaleza de los trópicos pudriéndolo todo alrededor. El olor del miedo –un vaho que venía del fondo de la tierra y nos empujaba el corazón dentro del pecho– y tu brazo sobre mi hombro. No para proteger sino para sentir que no estabas solo.
Los maizales sembrados por la mano del hombre, los silos y las máquinas: ese laboratorio que es el campo ahora. Y nosotros, un puñado de cuatro: la escopeta, los disparos, el pato desapareciendo en la laguna como si se hubiera derretido. Comer lo que se caza: el sabor de la carne, la fuerza de la sangre casi viva. Sentir que uno no es dueño del mundo pero que puede aprovecharse porque, después de todo, él se aprovecha: nos gasta, nos deja hacernos viejos. No hay fuera de control en lo salvaje.


Hay, sí, una economía de recursos: no se toma más de lo que se va a usar. Lo salvaje no pide porque no necesita. Lo salvaje prescinde. Lo salvaje se basta. Esto es salvaje: el lomo de un caballo, un toro como un diablo. Bajar al mar, ese universo negro de sangre y piedras y veneno. Respirar bajo el agua. Un barquito cualquiera pintado de rojo, la calma chicha, el sol de aceite, las olas contra la quilla y esta obra perfecta: el olor a branquias y escamas que queda entre tus dedos coronados.

Vía Etiqueta Negra
(La separación de frases corresponden al editor de KH, no al original)

Foto: "Child with a toy hand grenade in Central Park" (Diane Arbus, NYC, 1962)

Taxirock

12 abril 2010


Por Haruki Murakami

Salimos del establecimiento y buscamos un taxi. Con nuestro sucio aspecto, nos costó mucho que se detuviera uno. El conductor era un joven con el pelo largo que escuchaba música de Police por un gran radiocasete estéreo que llevaba en el asiento del copiloto. Tras decirle la dirección, me hundí en el respaldo del asiento.

–¡Vaya! ¿Cómo es que están tan sucios? –nos preguntó el taxista echándonos un vistazo por el retrovisor.
–Es que hemos hecho una lucha cuerpo a cuerpo bajo la lluvia –respondió la joven.
–¿Ah, sí? ¡Qué fuerte! –repuso el conductor–. Tienen una facha espantosa. Y tú, en el cuello, tienes un chupón enorme.
–Ya lo sé –dije.
–Pero a mí eso me da igual –dijo el conductor.
–¿Por qué?
–Yo sólo levanto a gente joven que tiene pinta de que les guste el rock. Que vaya limpia o sucia me da igual. Lo que quiero es escuchar la música. ¿Les gusta Police?
–No está mal –contesté diplomáticamente.
–En la empresa me dicen que no ponga esta música. Que ponga los programas de música pop en la radio. ¡Eso ni en broma! Matchi, Seiko Matsuda [cantantes del pop japonés]. ¡Puaf! Esas basuras no las escucho ni loco. Police es lo mejor. Puedo estar escuchándolo el día entero sin hartarme. Y el reggae también me copa. ¿Qué les parece a ustedes?
–No está mal –dije.
Cuando se acabo la cinta de Police, el conductor puso una grabación de Bob Marley en concierto. La guantera del taxi estaba atiborrada de cassettes. Exhausto, muerto de frío, adormilado, con el cuerpo hecho cisco, no me encontraba en el mejor momento para disfrutar de la música, pero era agradable ir en el taxi. Me quedé contemplando con mirada vaga cómo el joven conducía moviendo los hombros al ritmo del reggae.
Cuando detuvo el taxi frente a mi departamento, pagué el importe del viaje, bajé y le di mil yenes de propina diciéndole:
–Cómprate alguna cinta.
–¡Gracias! ¡Hasta pronto!
–Oye, ¿no crees que dentro de diez años, o de quince, la mayoría de taxis pondrán música rock? Ojala, ¿verdad?
Pero yo no creía que eso fuera a suceder. Hacía más de diez años que Jim Morrison había muerto, pero aún no había visto un solo taxi que pusiera música de The Doors. En el mundo hay cosas que cambian y cosas que no cambian. Y las cosas que no cambian, pase el tiempo que pase, no cambian jamás. La música de los taxis es una de ellas. Las radios de los taxis siempre sintonizan programas de música pop, tertulias de mal gusto o transmisiones de partidos de béisbol. Por los altavoces de los grandes almacenes suena invariablemente la orquesta de Raymond Lefèvre; en las cervecerías, las polacas; en los barrios comerciales a finales de año, las canciones navideñas de The Ventures.


Fragmento de "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas".
En la foto Roberto Begnini taxista (Night on earth, Jim Jarmusch, 1991).
Publicado en
Eterna Cadencia

Pócimas para ingenuos

10 abril 2010



Blackie

1. Dicen que hay que hacer las cosas con buen gusto.
Pero el buen gusto es, todo el mundo lo sabe, algo que usan las señoras para combinar los almohadones con el papel pintado.

2. Además, hay muchísimas cosas que nos gustan.
Pero la mayoría nos gusta sin saber por qué, y analizarlo podría ser una forma de engañarse. A veces, cuanto menos sabemos por qué nos gusta una cosa, un sabor, una historia o una imagen en nuestra retina, más nos gusta

3. Entonces, probablemente ese rasgo inasible que tienen en común las cosas que nos gustan sea una de las claves para que nos gusten. Por eso nuestro criterio, nuestros gustos, nuestras emociones, siempre quedan un poco del lado del desconocimiento, un poco fuera de la conciencia.

4. Hemos llamado Blackie a ese criterio, tan opaco que lo abarca todo, tan vago que se confunde, tan inmediato que se nutre de instantes, trocitos, y sobre todo, de mezclas imposibles.

5. El mundo es un exceso nunca antes visto. Recibimos a diario miles de bocados de realidad, los sentido se marean, la intuición se sobrepone a la razón y falta el tiempo para formarse, para informarse, para deformarse. Estamos perdiendo la costumbre de querer construirnos, de querer ser conscientes de cómo queremos ser y qué queremos que nos guste. Estamos perdiendo el criterio.

6. Y qué. Mejor. Quizás estemos cambiando la manera de construirnos. Quizás ese cambio haga que nos entusiasmemos más ante tanta información bonita (¿por qué será que sólo lo feo parece existir o ser de verdad?), tantos azares agradables, cosas que nos gustan y no sabemos por qué.

7. Por eso queremos hacer de "filtro amoroso", que es como los santeros le llaman a las pócimas para ingenuos. La ingenuidad, la ausencia de método, pero sobretodo la actitud, el desorden y el desconcierto es lo que reivindicamos.

8. Ah, y la belleza. Lo feo se combate con belleza.

9. Volviendo a lo de antes: Hemos llamado Blackie a ese criterio. Pero de tanto usarla, ya ni siquiera nos gusta la palabra "criterio". Se ha gastado. Que le den, ya no pensamos volverla a utilizar.

10. Entonces, ahora sí, hemos llamado Blackie a eso que se está construyendo, pero podría haberse llamado, Drusba, "*", o Luismiguel. ¿Por qué Blackie? Eso es otra historia que ya contaremos.

11. Resumiendo (concéntrate al leer esto): Queremos que leas esto y pienses que Blackie hace libros para ti, y que además entiendas por qué los elegimos, sin saber muy bien por qué lo entiendes.

12. Al fin y al cabo os queremos.

13. Aunque no sepamos quién sois.

Blackie Books, Barcelona

* * *

BLACKIE BOOKS es un sello editorial puesto en marcha por Jan Martí (Barcelona, 1982), que estudió filosofía y ahora es músico. El objetivo final de este proyecto no está decidido: dejaremos que los libros se ocupen del asunto, pero seguramente acabe teniendo que ver con lo que entendemos por belleza (1). Por el camino, trataremos de hacer de la actitud nuestro método y del desconcierto nuestro hábitat (2), con lo cual lo más sensato será decir que el objetivo de Blackie Books es que sus libros, de momento, quieran: a) despistar las estanterías b) saltar de las estanterías c) probar muchas estanterías d) pasar la noche en las estanterías de otros (3). Publicaremos literatura, es decir, lo que creemos que es literatura, pero también ensayo divulgativo o del tipo llamado "radical", manifiestos de ayer, hoy y siempre, libros infantiles, creadores o destructores de tendencias, y cualquier cosa que pueda hacer pensar o emocionar. Y si vende, mejor. No tenemos prejuicios en ese sentido (4).

NOTAS AL PIE:
(1) - Que es algo a medio camino entre la Venere de Botticelli y Carlos Baute.
(2) - Como la tienda
(3) - Y hacer una pijama party
(4) - De hecho, queremos forrarnos y ser P.I.M.P.s.


(Publico este texto porque está impregnado de esa ironía poética que tanto me gusta, esa manera simple y agradable de hilar las palabras que te acerca al autor casi como si fueras su amigo. Una brillante toma de posición e ingeniosa defensa de un proyecto. No compré ni leí sus libros -aunque me gustaría, claro, el catálogo es pequeño y sustancioso-. De paso aclaro que llegué hasta la web de Blackie via Escrito en el viento, el blog de José Angel Barrueco. /A.M.)

Gina is a punk rocker now

09 abril 2010


Obra de Furgoner, un genio!

Viernes Video



Hoy: “Sitting, waiting, wishing”, de Jack Johnson, incluída en su disco In between dreams (2005).

La memoria no se puede blanquear

07 abril 2010


La imagen que publico arriba de estas líneas tiene una historia. Yo se las cuento en pocas palabras, no por desinterés en el tema si no para que puedan analizar la obra sin la influencia de mis opiniones.

En abril de 2007 docentes neuquinos se manifiestaban sobre la ruta 22 reclamando mejoras salariales. La policía neuquina ejecutó el pedido del gobernador Jorge Sobish de desalojar la ruta (admitió haber dado la orden, pero no se responsabilizó por los excesos de los efectivos). En el enfrentamiento un policía disparó una granada de gas que impactó en la cabeza del maestro Carlos Fuentealba y le provocó la muerte.

Ese día el artista allense Chelo Candia dibujó y envió por mail la historieta "
Con la tiza en el puño". Un año después -3 y 4 de abril de 2008-, Chelo pintó en San Martín de los Andes un mural como homenaje a Carlos Fuentealba basado en la historieta.

En abril de 2008 un concejal propuso blanquearlo, pero no pudo. En diciembre de 2009 manos anónimas borraron el mural. Lo hicieron de noche, nadie se hizo cargo.

El fin de semana pasado -2 al 4 de abril- en memoria de los tres años del asesinato de Carlos Fuentealba, invitado por la Comisión Carlos Presente (Co.Ca.Pre.) Chelo repintó el mural bajo la consigna: "la memoria no se puede blanquear... ¡ni techar!".

La historia completa, las fotos, la historieta, el mural y las palabras de Chelo
están acá, en su blog Pow!.

El debut del chico tatuado

06 abril 2010


Un cuento clínico-punk de David González

Entré en la oficina del maestro de perfiles a recoger el sobre que contenía el resultado del reconocimiento médico-laboral que me habían efectuado en los servicios médicos de la empresa quince días antes.
SE ACONSEJA ACUDIR A SU MÉDICO DE CABECERA CON ESTOS ANÁLISIS.
Acudí.
En la sala de espera, dos mujeres daban la lengua:
- ¿Cuánto has adelgazado? -preguntó una.
- Veintiséis kilos -respondió la otra.
- Estás más guapa así.
Oí mi nombre y mis apellidos. Entré en la consulta, me senté, dije:
- He adelgazado nueve kilos en menos de un año.
- Me vas a hacer análisis de sangre y orina.

- ¿Y tú a qué lo achacas? -me preguntó, unos días después, el médico, el mismo.
- A los nervios -le dije.
- ¿Así que tú crees que la causa son los nervios?
- Sí- le dije -. Eso creo. Sí.
- Veamos -dijo.
Pulsó uno de los botones de su interfono:
- ¿Están por ahí los resultados de la analítica practicada a David González?
Estaban. Se los trajeron. Les echó un vistazo por encima.
- Diabetes -me dijo-. Esa, y no otra, es la causa del adelgazamiento.
- ¿Y eso tiene cura? -le pregunté.
- La diabetes es una enfermedad crónica -me contestó.
- ¿Y tendrá que pincharse insulina? -le preguntó la mujer que antepone mis necesidades a las suyas.
- Si no hubiera indicios de acetona, quizá no.
- ¿Pero cuál es la relación de la acetona con la diabetes? -le preguntó ella.
- Cuando aparece acetona significa que la insulina que produce el páncreas no trabaja bien -le dijo el médico-. No depura el azúcar ―explicó―. Entonces, el organismo sustituye esa insulina por otra sustancia, la grasa por ejemplo. De ahí que David haya adelgazado tanto- terminó.
Luego me preguntó:
- ¿Hay antecedentes de diabetes en tu familia?
- Que yo sepa no -le respondí-. Aunque mi madre se puso insulina durante mi embarazo.
- Te voy a preparar un volante para que vayas mañana al hospital -me dijo-. Vas por urgencias.
El bolígrafo con el que garabateaba, de madera, tenía su nombre grabado, en letras doradas, en la pestaña de acero inoxidable.
- ¿Fumas? -me preguntó.
- Sí.
- ¿Cuánto?
- Dos cajetillas al día.
- ¿Fumas porros?
- Alguno, sí. Pero pocos.
- ¿Alguna otra droga?
La realidad era mi droga, recuerdo que decía Cyril Collard.
- ¿El alcohol cuenta?
- Sí.
- Pues entonces alcohol también.
- ¿Y aparte del alcohol?
- A veces esnifo farlopa?
- ¿Cocaína?
- Sí.
- ¿Qué cantidad?
- No sé…Tres o cuatro rayas los fines de semana.
¿Pero a quién pretendías engañar, tío? ¿Al médico o a ti mismo? Sabías de sobra que era raro el finde que bajabas de los dos o tres gramos.
El médico me miró, como si pensara: y qué más.
- Y pastis.
- ¿Éxtasis?
- Sí. En alguna fiesta.
- ¿Tus padres viven?
- Sí - aún no les había matado a disgustos.
- ¿Tienes alguna enfermedad?
- Diabetes - le vacilé.
Levantó los ojos de la mesa, me miró.
- Aparte - me dijo.
- No.
Me firmó el parte de la baja laboral.
- Y no te preocupes -me dijo-. Podrás seguir haciendo una vida normal (ya) y podrás seguir trabajando (sí, también).
Salimos de la consulta, del ambulatorio, y subimos al coche (porque de aquella aún tenía coche). No alcanzaba a comprender todavía, a imaginar siquiera, si finalmente se confirmaba, la importancia de lo que el médico de cabecera acababa de decirme. La gravedad de la dolencia que me había diagnosticado. Ni cómo afectaría a mi vida y a la de todos aquellos con quienes la compartía, en especial a la de la mujer que se desvive por mí.
- ¿Avisaré a mi madre? - le pregunté.
- Espera a mañana -me dijo-. Espera a ver qué pasa mañana, qué te dicen. No la dejes preocupada.
Cuando le di a la llave de contacto, las lágrimas arrancaron a la primera.
- Tranquilo -me dijo ella acariciándome la espalda con ternura-. Tranquilo –repitió-. Deja de llorar. No llores más. Ahora ya sabemos por qué eres tan dulce.

A las nueve en punto de la mañana entregué el volante en la ventanilla de admisión de urgencias del hospital.
Un celador me acompañó hasta una habitación minimalista: una cama diminuta, un armario metálico y una mesa.
- Quítate toda la ropa, menos los calzoncillos, y métela en esa bolsa.
Una bolsa de plástico, como las de la basura, del mismo color.
- Y ponte este camisón.
No sabía cómo se ponía, así que terminé por ponérmelo del revés. Me dejaba al descubierto los tatuajes del pecho: una paloma con una hoja de laurel en el pico y un revólver del calibre cuarenta y cinco.
Entró una enfermera, reparó en los tatuajes.
- ¿Tiene ganas de orinar el chico tatuado? - me preguntó.
- No muchas, la verdad.
- Entonces me veré obligada a ponerte la sonda - dijo.
- De repente me han entrado unas ganas tremendas - dije.
Entró una mujer, médico, endocrino, joven, guapa, saludable. La paloma, en su vuelo, le pasó raspando la cara. El revólver la encañonó.
- ¿Dónde te hiciste eso? - me preguntó.
Es mejor, siempre que sea posible, decir la verdad.
- En la cárcel -le dije.
- ¿Y por qué fuiste allí? -quiso saber.
- Por malo.
- ¿Y estuviste mucho tiempo?
- Tres años.
Entró otra vez la enfermera.
- Vamos a hacerle un electro al chico tatuado - dijo.
Entonces, de repente, reparé en las uñas de mis pies. Con las prisas, los nervios, el madrugón, me había olvidado de cortarlas. Me daba vergüenza, mucha vergüenza, que la enfermera pudiera llegar a pensar que yo era un marrano. La sábana no alcanzaba a taparme los pies. Estaban largas, mis uñas, tan largas que hubiera podido enroscarlas sin ningún problema a los barrotes que había a los pies de la cama. Sin embargo, la enfermera no pareció darse cuenta, o ya estaba acostumbrada, y mi cuerpo se transformó, en apenas unos instantes, en un amasijo de cables, pinzas y parches.
La habitación no tenía puerta. Cortinas. Estaban descorridas. Observé lo que sucedía en el interior del cuarto número seis. Exploraban a una paciente, una chica joven, pelirroja, con aspecto de yonqui. Llevaba puestas unas bragas y un sujetador, a juego con el color de su piel, el blanco. El adjetivo delgado se quedaría corto si me viese en la tesitura de tener que hacer una descripción de su cuerpo. Pero si tuviese que describirlo, diría que estaba consumido. Igual que su rostro. Los pómulos sobresalían tanto que parecían nudillos. Los ojos, en un intento desesperado por escapar de la invasión a que estaba siendo sometida su intimidad, se detuvieron, por unos segundos, en los míos, reconociéndolos, aceptándolos. Su mirada lo decía todo: En manos de extraños, tío, así acabamos. En manos de extraños.
Entró un médico. Se fijó en las tres cicatrices del antebrazo, del siniestro. Puso cara de asco. Pero era humano, el endocrino, sentía curiosidad.
- ¿Y eso? -me preguntó-. ¿Te cortaste?
- Me lo hice en la cárcel con la hoja de una maquinilla de afeitar - le contesté.
- Así que te diste a la mala vida, ¿eh?
- Algo parecido, sí.
- Pues ahora ya se te acabó - dijo, con satisfacción.
Me acordé de Hubert Selby Jr, el escritor estadounidense, de algo que dijo, o escribió: La luna de miel se ha terminado.
- Tienes diabetes de debut, diabetes insulinodependiente -me dijo el medico-. ¿Has venido con alguien? Vamos a dejarte aquí.
En manos de extraños, pensé, y volví la vista hacia el cuarto número seis, pero en el cuarto número seis no había nadie. La chica con aspecto de yonqui, la pelirroja, ya no estaba. Se la habían llevado.



El debut del chico tatuado (Relatos completos 1998 - 2009), recopila todos los relatos de David González. El cuento lo encontramos en el blog de la editorial Azotes Caligráficos

Y si te gustó la pluma de este poeta gijonés -de quien dicen que su obra es autobiográfica- la entrevista realizada el año pasado que encontramos en el blog Subcultura-El arte underground en Granada te ofrece algunas pistas sobre él y su trabajo.




David no es un perdedor, aunque su último poemario: Loser, signifique eso precisamente. Es alguien con las cosas muy claras, un poeta de no ficción, un poeta de hoy que habla de cosas de hoy. David González nació en 1964 en San Andrés de los Tacones, Gijón. Dirige la colección de poesía Zigurat, que edita el Ateneo Obrero de Gijón. Ha publicado, entre otros, los siguientes libros: Reza lo que sepas (Eclipsados, 2006), El amor ya no es contemporáneo (Ediciones Baile del Sol, 2005), Tango azul (Universidad Católica de Córdoba, Argentina, 2005) y Anda, hombre, levántate de ti (Bartleby Editores, 2004), Algo que declarar (2007), En las tierras de Goliat (2008) y su último poemario Loser (2009) Bartheby Editores. Sus poemas han sido traducidos al inglés, al alemán, al francés, al árabe y al húngaro.

Como poeta, tiene un concepto crítico muy personal del mundo que le rodea y hace de su poesía una constante llamada de atención a la conciencia. David, se enfrenta al Goliat de la sociedad actual con la honda de la palabra en un tiro certero, como su poesía. Desde su Ciudad Gris, nos ha contestado estas preguntas que nos dejan acercarnos más a él.

1- David, la pregunta más simple, ¿por qué escribes?
Ya lo he dicho en más ocasiones: Escribo para limpiarme por dentro. Pero en los últimos tiempos he comprendido que me ensucio a más velocidad de la que escribo.

2- Tu último libro, Loser, ¿qué supone en tu poética?
El final de la misma.

3- ¿Dónde aprende a escribir un poeta al que luego se le etiqueta como “autobiografista”?
En la Universidad de la Vida. Y leyendo a escritores de No Ficción.

4- Hablando de etiquetas… “realismo sucio”, “poesía de la conciencia”, “realismo comprometido”, “poesía de la contracultura”… son algunas de las que aparecen en tu biografía. Realmente ¿se puede etiquetar la poesía de David González?
Ya que en esta sociedad de mierda en que vivimos se tiene la manía de etiquetarlo todo, mi poesía se podría etiquetar como Poesía de No Ficción y de ninguna otra manera.

5- Por cierto… ¿qué se siente al ser uno de los poetas contemporáneos que aparece en la Wikipedia?
Nada. Eso no tiene nada que ver con el acto físico de la escritura.

6- Lejos de la imagen bohemia del poeta, te has adaptado a los tiempos, tienes página web y blog, te prodigas en publicaciones en la red, comentarios, reseñas de otros autores ¿en qué está influyendo la “era internet” en la poesía actual?
Esa imagen bohemia del poeta no se corresponde con la realidad. Es una imagen de otros siglos. El hecho de tener web o blog no te hace ni más ni menos bohemio. Ser un artista bohemio no tiene nada que ver con el uso que ese artista haga de las nuevas tecnologías. Sobre todo teniendo en cuenta que administrar un blog es totalmente gratuito y teniendo en cuenta además que con la conexión wifi ni siquiera tienes que gastarte un euro en pagar cuotas, solo el café que te tomes en una zona wifi.
La Era Internet está influyendo en la difusión de la poesía, en una mayor difusión de la misma. Ya no hace falta comprarse libros para tener a tu alcance poemas de toda clase y condición. También está originando una mayor democratización de la poesía. Y también en que un poeta desconocido, inédito, puede dar a conocer su poesía a través de su blog por ejemplo a un número infinito de lectores, cosa que antes no podía hacer. Y en este sentido, como lector de poesía, es algo que me fascina, pues he descubierto a grandes poetas gracias a esto que te digo.

7- “Perdóname, pero te amo…” Realmente, ¿se puede pedir perdón por amar? ¿Por qué otras cosas habría que pedir perdón hoy en día?
Si el que ama soy yo, sí se puede pedir perdón por amar. De hecho, gente como yo deberíamos ser conscientes de que amar a alguien es hacer sufrir a ese alguien.
Habría que pedir perdón por tantas cosas que la lista sería infinita. Pero deberíamos pedir perdón por entretenernos con chorradas o por estar enganchados al consumismo puro y duro mientras convivimos con personas que duermen en la calle o se mueren, literalmente, de hambre o de sed; mientras que nosotros, yo el primero, andamos por ahí derrochando la guita en copas, discotecas, coches, etc…

8- Cada vez hay menos poesía de amor-desamor y más poesía social, poesía denuncia, poesía de la conciencia, de la experiencia… ¿qué está pasando en la actualidad con el tema más universal, el amor?
Quizá lo que pasé es que “El amor ya no es contemporáneo”.

9- ¿Qué necesita David para escribir un poema?
Algo que declarar.

10- Imaginemos mirar en los cajones de David ¿encontraríamos muchos poemas aún inéditos?
Uno o ninguno.

11- La poesía ¿es un género para minorías? ¿Para inmensas minorías?
La poesía es un género para poetas y amigos y familiares de poetas.

12- El hombre actual ha perdido muchas cosas, muchos principios morales ¿Cuáles echas de menos, David?
El del compromiso con los más desfavorecidos.

13- Pregunta número 13 para un hombre fuera de toda superstición: danos un motivo para leer poesía.
Me acojo a la Quinta Enmienda para no responder.



En la web de David González hay más información sobre el autor.

Me entero de cosas superinteresantes, como la obra de David González, en el blog Escrito en el viento de José Angel Barrueco.

Debajo del silencio


¿Puede una película hacer un agujero en tu cabeza?

Cuando terminaron de pasar los títulos lo confirmé. Era tan grande que pude ver aviones y subterráneos y geishas y ventanas de hoteles cinco estrellas y canciones de Jesus and Mary Chain y calles repletas de autos y carteles de neón gigantes y miradas sin palabras y soledades y un amor creciendo debajo del silencio que te envuelve y no te suelta hasta que te mirás al espejo y te das cuenta que hace un año que devolviste la película al videoclub y estás a punto de hacer algo con ese agujero que quedó ahí, relleno con una chica rubia y un tipo aburrido de su fama.


Del graffiti al urban art

05 abril 2010

Por Maximiliano Tomas

Demos gracias porque este tipo de libros sigue llegando a la Argentina desde Europa: la reedición, actualizada, del moderno clásico Graffiti. Arte urbano de los cinco continentes, de Nicholas Ganz. La primera versión, de 2004, exponía miles de fotografías de los artistas del género más importantes del mundo (individuales y en grupos), divididos alfabéticamente y por continentes. Esta edición agrega algunos nombres y algunos textos. Y le da la posibilidad a Ganz de referir que, como era de esperar, así como el graffiti evoluciona de manera permanente, incorporando técnicas diversas que de ninguna manera se acaban en el aerosol (pinturas, calcomanías, esculturas, pósters, aerografía, tizas), también lo hace la terminología propia y las categorías: “Actualmente muchos han comenzado a referirse a un nuevo graffiti, al que suele denominarse con más frecuencia como neograffiti, posgraffiti, arte urbano o street art”, escribe el autor.

(Imagen del libro)

En el demasiado breve apartado “Historia universal del graffiti” (de un libro de este calibre y de tal importancia podían esperarse textos más abarcativos o exhaustivos), Ganz cuenta que el origen del término viene del italiano sgraffio (arañazo), que sus orígenes se remontan a Grecia y Pompeya, y que si bien existieron algunas manifestaciones de artistas callejeros durante la Segunda Guerra y en las revueltas estudiantiles de las décadas del 60 y 70, fue en los 80 y en la ciudad de Nueva York donde estas expresiones comenzaron a tomar verdadera relevancia, a partir de las pintadas en trenes y subterráneos de Manhattan (la mejor manera de exhibir esas intervenciones y que fueran vistas diariamente por millones de personas).
Al principio fueron tags, esas rúbricas tipográficas (esas firmas) que aún se ven en todos lados, y recién después comenzaron a aparecer las piezas (masterpieces) u obras en sí mismas. Aquí figuran muchos de los nombres más relevantes de este tipo de intervención urbana a nivel mundial: Os Gemeos, Merz, Dalek, Swoon y, por supuesto, el gran referente del stencil, el inglés Banksy, autor de célebres y desafiantes obras de protesta (y que se animara a colgar hace un tiempo, con sus propias manos, su versión personal de La Gioconda en las paredes del Louvre).


(Graffiti en la ciudad de Buenos Aires. Fuente: graffiti.org)

En Sudamérica, se sabe, es la ciudad de San Pablo la que va a la vanguardia del arte callejero. En la Argentina aún se trata de un movimiento emergente, aunque en ciertas obras y nombres presentes en este libro (Alexone, Asstro) se advierte la evidente influencia de este tipo de arte en los ilustradores de tiras diarias locales. La mano del capital, que todo lo toca (y todo lo corrompe), no podría estar exenta del arte urbano: muchos de los creadores han sido primero tentados y más tarde contratados por agencias de diseño, publicidad y marketing. Tal vez por eso Ganz se sienta impelido a escribir, hacia el final del volumen: “La calle y los espacios públicos son el corazón del graffiti, que no está pensado para las galerías o la publicidad. Representa una filosofía de vida, la de reivindicar la calle y ser libre para rediseñar el propio entorno. Se trata de un arte anarquista en el que cualquiera puede participar (…) al tiempo que se transforma el paisaje urbano que unos extraños han configurado arquitectónicamente”. Y todavía hay gente que cree que el arte está sólo en los museos.

(Graffiti en la ciudad de La Plata, Buenos Aires. Fuente: graffiti.org)

Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil. Vía tomashotel.

//Link a graffiti.org

Record Club en exceso

04 abril 2010

Record Club (Beck & friends) versionando "New Sensation" y "Guns In The Sky" de INXS. Experimental, con imaginación, grandes resultados.



Viernes Video

01 abril 2010



Hoy: "Nine In The Afternoon", de Panic! At The Disco, incluída en su disco Pretty. Odd. (2008).