Cuando terminaron de pasar los títulos lo confirmé. Era tan grande que pude ver aviones y subterráneos y geishas y ventanas de hoteles cinco estrellas y canciones de Jesus and Mary Chain y calles repletas de autos y carteles de neón gigantes y miradas sin palabras y soledades y un amor creciendo debajo del silencio que te envuelve y no te suelta hasta que te mirás al espejo y te das cuenta que hace un año que devolviste la película al videoclub y estás a punto de hacer algo con ese agujero que quedó ahí, relleno con una chica rubia y un tipo aburrido de su fama.
De Crónicas de un país llamado canciones, de Ariel Martínez
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