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La salud de W.R.

20 agosto 2008


[Iluminaciones 04-cr-2/008]

15. Fiebre consumista.
La gente paga por una fotografía de sus huesos.
Una multitud se baña en rayos X.
En Postdam, el gobernador emplaza una estatua de W. R. en pleno Zentralpark.
Roentgenstrahlen: diáfana fuente de salud y juventud.
Los carretes de inducción y los tubos de rayos catódicos son rebautizados.
En los consultorios, se hace casi obligatorio usar rayos para el diagnóstico y tratamiento de múltiples enfermedades.



16. Medalla Rumford.
Sociedad Real de Londres, 1896.
Una cultura fascinada por la fluorescencia.
Que desde hoy se desmantela en el procedimiento, bajo la grafía de los rayos equis.
Un condómino de huesos progresa en la placa como una turba albina.
Tubos (óseo linaje) que parecen nacidos de un cristal de Bohemia.
Fuelles centrales, percudidos.
Instantánea falaz: la exposición dura unos veinticinco minutos.
Se comprueba el potencial cancerígeno de la placa pionera.
W. Roentgen masca una bolita que le ayuda a soportar la radiación (lejos aún de la dosis permitida, 2 milisievert al año).
El paciente masca su TBC (otra condena).
A todos nos llega el imperativo de una estructura imposible: el operador adopta un valor equis de corriente y por contraste, se exhibe el brillo virgen de una pública osamenta.


17. Negerplastik. Buda, 1896.
Enlace radiográfico. Estructura, esbozo, imitazione
Placa-testigo: imagen de la mano de Anna Bertha.
El anillo prenupcial.
Un cuerpo se hace visible sin necesidad de intervenir con cirugía.
El contorno difuso, blanco, de los huesos de su mano bajo el rayo revelador.
Falanges macizas, campiranas, en esa garra de zombi que maniobra una zona reservada al servicio del causante del hechizo.
Reducida, a posteriori, por los efectos de la radiación ionizante.
Por esos rayos transversales, en ondas, que ignoran olímpicamente los acelerados campos magnéticos.
Que atraviesan, inalterables, la gruesa pulpa de la donna de Roentgen.

C.R.

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