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Discos elementales / Transformer

27 octubre 2008

Discos elementales [006]
Escribe Claudio, Vagabundo resplandeciente

"TRANSFORMER"
Lou Reed, 1972


Descubrí a la Velvet Underground después de haber escuchado en reiteradas ocasiones algunos singles de Lou Reed; cuestión que, analizada en retrospectiva, hoy en día me resulta, cuando menos, extraña. A la sazón, no llegaron a mis entusiastas oídos adolescentes precisamente las tortuosas composiciones que el neoyorquino extrajo desde el fondo mismo de la tristeza en esa olvidada obra maestra llamada Berlin, pues esas canciones le escapaban casi deliberadamente a la comercialidad. Por el contrario, merced a dos temas de su disco más exitoso fue que desembarqué en el fascinante universo de quien considero, sin permitirme vacilación alguna, y más allá de sus irregularidades, uno de los compositores claves que ha dado el rock en su pródiga historia. David Bowie, Iggy Pop,Lou ReedEn 1972, David Bowie no sólo se limitó a concebir The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, sino que, como lo hizo también con Iggy Pop, reorientó la carrera de su admirado Reed –caído en desgracia luego de abandonar su grupo emblemático–, produciéndole precisamente Transformer, álbum que enderezó el curso de una trayectoria que parecía condenada al fracaso comercial sempiterno. Para ello, Bowie consideró conveniente la introducción de una serie de cambios estilísticos acentuados (el glam rock transitaba entonces su época de oro), y como era de esperar, los hechos posteriores le dieron la razón. Sin embargo, Lou incluyó en el grueso de las composiciones su acostumbrada temática relativa a los personajes más extraños y marginales de las sórdidas esquinas de una ciudad que no siempre brilla, manteniendo de ese modo parte de su sello distintivo. Si bien la ampulosa teatralidad ínsita en la estética glam no congeniaba en lo más mínimo con su perfil, Lou Reed lograba puntos de contacto con esta vertiente del rock, gracias a cierta ambigüedad sexual presente en algunas de sus letras. Asimismo, cabe destacar la colaboración de Mick Ronson, hombre de confianza de Bowie y genial guitarrista de The Spiders from Mars, quien pese a los problemas de comunicación que tuvo durante las grabaciones con el oriundo de New York, logró establecer con él un diálogo soberbio en el plano estrictamente musical. La canción inicial, “Vicious”, es una pequeña joya que, en algún punto, retrotrae a la crudeza propia de la Velvet Undergroud, especialmente debido a los punteos distorsionados que Ronson introduce con reiteración, al tiempo que Lou canta sobre una pareja de sadomasoquistas:
Vicious, you hit me with a flower.
You do it every hour.
Oh baby, you’re so vicious.
Vicious, you want me to hit you with a stick.
But all I’ve got is a guitar pick.
Siempre he pensado que “Perfect Day” es una de las mejores baladas de la historia, equiparable con ciertas canciones de Lennon o McCartney. No adquirió verdadera popularidad sino hasta entrada la década del noventa, sobre todo al ser versionada por Duran Duran, y al aparecer en la banda sonora de la célebre película de Danny Boyle interpretada por Ewan McGregor. La letra ha sido objeto de mil y una interpretaciones, quizá a causa de su costado críptico: debajo de la faz romántica y el día perfecto, se esconde un dejo melancólico, gris y dramático. Los toques de piano, los arreglos de cuerda y la conmovedora interpretación vocal hacen el resto.
En el pegadizo rocker “Hangin’ Round” se destacan los estridentes acordes y la buena vibración que la canción transmite en general. “Walk on the Wild Side”, constituyó uno de los mayores éxitos comerciales de toda la carrera de Lou Reed. La pieza, de ritmo repetitivo y llena de coros, es un retrato del séquito de extravagantes personajes del underground neoyorquino que acompañaban a Andy Warhol en La Factoría. El sorpresivo, inesperado solo de saxo, sobre el final, fue una idea de Bowie. De “Make Up” me gustan particularmente el acompañamiento de tuba (a cargo de Herbie Flowers) y la performance vocal relajada y cool.
Así llegamos hasta “Satellite of Love”, tema que había sido grabado originariamente por la Velvet Undergound en un período de sesiones, aunque a la postre no fue incluido en ningún disco oficial. Es otra balada perfecta, dotada de una melodía exquisita, en la que se puede distinguir por momentos la voz de David Bowie, y que concluye con un crescendo vocal orgásmico (muchos han comparado ese final con el de “Drive-In Saturday”, del propio Bowie).
New York Telephone Conversation” es un simpático y breve añadido, cuya melodía recuerda a un jingle publicitario, mientras que “I’m So Free” representa, con esos curiosos coros, el costado acabadamente glam del álbum. Para la despedida queda “Goodnight Ladies”, en la que una gran combinación instrumental, con tuba y saxo incluidos, remite sin escalas a los viejos cabarets alemanes. La reunión de grandes músicos bajo el aura protectora de un Bowie que atravesaba un período de inconmensurable lucidez, no sólo redundó en la reinvención de un outsider que se animaba a cantar sobre asuntos poco decorosos, sino que, al mismo tiempo, posibilitó la confección de un brillante y ecléctico repertorio sonoro. Imagen de la contratapa del discoEs una lástima que esta adaptada versión glam de Lou no se haya extendido más allá de éste trabajo. Con todo, no deben quedar dudas respecto a que pocos discos contribuyeron tanto a fomentar el rótulo de poeta maldito e icono sombrío del rock que el transcurrir del tiempo se ha encargado de conferirle.

Esta reseña es original del blog
Vagabundeo resplandeciente

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