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III

27 marzo 2010


No tener padres. No tener ventrílocuos.
Mirar los pedestales, vacíos.
Los globos oculares invertidos,
hacia lo que no sale en la radiografía.
Mi propio charco de pis. Mi propia sombra.
La mandíbula duele hasta partirse.
Sale agua caliente del grifo de agua fría.
Al cachorro le roban el agua del plato.
Le roban el plato. Roban el cachorro.
Ponerse un nombre colgando del cuello,
con una dirección. Quitárselo.
Los generales y los santos no se inquietan.
No ser soldado ni creyente. Ausente
en las listas, las olimpíadas y los funerales.
Darle crisantemos y pajaritos a la lengua.
La mandíbula duele hasta llorar.
Cargar el revólver para que no duela.
No secarse con la bandera de la patria.
Darle temperaturas y tactos al estómago.
Extender el brazo y aferrarse a la mano,
mi propia mano, mi expedicionaria,
para orientarse en el silencio que sucede
al estrépito de la demolición.

De Pájaro de China

2 comentarios:

PÁJARO DE CHINA dijo...

Ariel, gracias de corazón por hacerme un lugar en tu isla (poblada), en medio del desierto. ¡Yo leía estas mismas revistas, estos mismos suplementos!. No dejes de escribir.

Un abrazo muy fuerte.

Ariel dijo...

No hay que agradecer amiga, siento que debo devolver un poco cuando algo me da placer. A veces la poesía se vuelve rockera (a mi parecer) y me entusiasma ponerle música para redimensionar las palabras. En tu caso me sonó a Lou Reed, a Transformer.

Esas revistas y suplementos me abrieron la cabeza a mundos increíbles que en aquellos años pre-internet eran un gozo: conocer a Wenders, a Ballard, a Byrne, a Morrisey, a Don Cornelio y podría seguir hasta que se acabe el rollo de papel. Que bueno conocer a otros pasajeros de aquel viaje. La Caín, ya lo dije, me impulsó a escribir. No creo que pueda dejar de hacerlo. Lo haría aunque sólo me quedara el cerebro para pensar las palabras y ubicarlas una atrás de la otra, como una fila de hormigas ordenadas y queriendo manifestarse.

Otro abrazo para vos.