Discos elementales [003]
Escribe Claudio, Vagabundo resplandeciente
"HORSES"
Patti Smith, 1975
Hace poco, Patti Smith declaró que ella no fue parte de la generación de los sesenta, que se considera una persona más de los setenta, pero que siempre abrazará a los sesenta musical e ideológicamente, pero no como estilo de vida, pues no le gustaba ni le gusta la idea de una cultura basada en las drogas. Estimo que son palabras sinceras y que merecen resaltarse, quizá porque yo mismo tenga una visión similar a la que ella manifiesta.
Con todo, mi admiración por Patti siempre estuvo asentada en sus facetas de poetisa y cantante, y no tanto en su –respetable– rol de militante activa; aunque, es necesario decirlo, al fin de cuentas resulta imposible separar ambos aspectos, ya que están estrechamente ligados y se revelan como indivisibles.
Detallar en estas breves líneas la trascendencia que posee Patti Smith en la historia del rock es una misión irrealizable: su huella ha sido tan honda, su influencia tan dilatada, su legado tan inconmovible, que abundar en palabras resulta desatinado. Quizá baste con mencionar que, del mismo modo que Bob Dylan, fue una de las pioneras a la hora de introducir la poesía dentro del rock, de dotar a esa conciencia que se fundió con las ideologías en boga influjos más intelectuales sin perder la mística contestataria. De hecho, fue ella, la madrina del punk, quien comenzó a hablar, dentro de estos círculos que tenían como punto de referencia el mítico CBGB, de poetas como Arthur Rimbaud o Jean Genet, entre otros.
Después de la brevísima introducción de piano, el susurro de Patti, al comenzar su particular reinvención del tema de Van Morrison, “Gloria”, se ha inmortalizado:
Detallar en estas breves líneas la trascendencia que posee Patti Smith en la historia del rock es una misión irrealizable: su huella ha sido tan honda, su influencia tan dilatada, su legado tan inconmovible, que abundar en palabras resulta desatinado. Quizá baste con mencionar que, del mismo modo que Bob Dylan, fue una de las pioneras a la hora de introducir la poesía dentro del rock, de dotar a esa conciencia que se fundió con las ideologías en boga influjos más intelectuales sin perder la mística contestataria. De hecho, fue ella, la madrina del punk, quien comenzó a hablar, dentro de estos círculos que tenían como punto de referencia el mítico CBGB, de poetas como Arthur Rimbaud o Jean Genet, entre otros.
Después de la brevísima introducción de piano, el susurro de Patti, al comenzar su particular reinvención del tema de Van Morrison, “Gloria”, se ha inmortalizado:
Jesus died for somebody’ssins but not mine.
Adoro la forma en que remarca la expresión “to me, me”, al finalizar las dos primeras estrofas, abriendo paso a una gimnasia vocal desenfrenada, que se acelera del todo cuando canta:
Here she comes.Walkin’ down the street.Here she comes.Comin’ through my door.Here she comes.Crawlin’ up my stair.Here she comes
acompañada especialmente por un inspiradísimo Richard Sohl en el piano. Más adelante, hace su aparición el coro, repitiendo el nombre de la canción, al tiempo que la Smith, incansable, lo deletrea hasta la saciedad. Cada vez que lo escucho quedo igual de impresionado frente a tamaño desborde de energía: un tema avasallante.
“Redondo Beach” es una canción sobre una joven lesbiana que se suicida. A pesar de lo trágico de la temática, conserva una textura musical apacible, recargada de sutil ironía y despojada de dramatismo, con tintes de reggae. Compuesta por la misma Patti Smith, reza:
Everyone was singing, girl is washed up.On Redondo Beach and everyone is so sad.I was looking for you, are you gone gone?Pretty little girl, everyone cried.She was the victim of sweet suicide.I went looking for you, are you gone gone?
A su término, llega “Birland”, una pieza balsámica y exquisita, atiborrada de extrañas imágenes, que dura más de nueve minutos; tiempo durante el cual, Patti intercala soberbios fragmentos hablados, mientras el suave sonido de las guitarras escolta a esa voz que fluctúa entre la intensidad y la calma.
El tema del que me enamoré de forma automática fue “Free Money”, quizá porque remite más a un rock de corte clásico, quizá porque la batería de Jay Dee Daugherty suena a las mil maravillas, quizá porque siento que Patti deja parte de su vida en esta interpretación, quizá porque me encanta la letra:
Every night before I g oto sleep.Find a ticket, win a lottery.Every night before I rest my head.See those dollar bills go swirling ‘round my bed.
Sea por lo que sea, se trata de una canción memorable, que roza la perfección.
Tema espléndido también es “Kimberly”, que antecede a “Break It Up”, mi otra pieza favorita del álbum, compuesta por Patti junto al que fuera su novio, el gran Tom Verlaine. Se trata de un hermoso homenaje a Jim Morrison, cargado de alegoría y simbolismo, con una brillante sección rítmica y con una performance vocal que emana emotividad.
Por último, la escucha de “Land”, una extensa y compleja pieza, siempre significó para mí una experiencia entre alucinatoria y orgásmica: considero que es el más acabado resumen de la energía, destreza lírica y hondura conceptual que se desprenden del trabajo en su totalidad.
Horses es un disco sin igual, sensible en sus letras e intenso en su interpretación, que supuso el debut y el cenit absoluto en la carrera de Patti Smith, más allá de que a posteriori haya sacado muy buenos álbumes también.
Horses es un disco sin igual, sensible en sus letras e intenso en su interpretación, que supuso el debut y el cenit absoluto en la carrera de Patti Smith, más allá de que a posteriori haya sacado muy buenos álbumes también.
Desde la foto que sirve de portada (tomada por su amigo, el aclamado Robert Mapplethorpe), pasando por la producción a cargo de nada menos que John Cale, hasta cada una de esos nueve maravillosos temas –incluyendo la versión de “My Generation” que se adosó después como bonus track–, que configuran un verdadero caleidoscopio de pensamientos, no queda más alternativa que sacarse el sombrero una y mil veces ante semejante obra, ante semejante artista.
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