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El misterio del guión que cobraba vida

21 abril 2008

EL MAYORDOMO NO FUE
EL MISTERIO DEL GUIÓN QUE COBRABA VIDA

Suplemento Caín N° 7, Revista Humor, 1987Que se habían perdido. Que los habían robado. El hecho, sin embargo, era uno: los cassettes que contenían el material en bruto de Ciudad de pobres corazones, el video de Fito Páez, habían desaparecido. Como por arte de magia. El autor del opúsculo que sigue, irresponsable a cargo de CAIN y co-guionista del video junto a Fernando Spiner, hace lo que puede por contar una historia sin pies sin cabeza. Una de misterio, sí, pero en la que los detectives no la ven ni cuadrada y son las brujas las que toman el timón…

Por Marcelo Figueras
Fotografías de Eduardo Martí

Fito Páez. Foto publicada en la tapa del Suplemento Caín N° 7, revista Humor, 1987El hombre está desnudo. Duerme, en el fondo de una cama que es como una olla, que lo contiene y que cuece sus huesos para entregarlo, a punto, a lo dientes de una nueva mañana. Debe ser muy temprano. Muy, muy temprano, piensa el hombre, a quien el retintín del teléfono comienza a perturbar. La luz que se cuela por entre las persianas es magra, aún. El teléfono sigue sonando. Suena. Suena.
Hecho una furia, todavía crudo, el hombre escala el recipiente y salta al piso queriendo detener a toda costa los persistentes campanazos. En su carrera, tropieza una y otra vez con unos enormes canastos de mimbre, donde se encuentran todas sus pertenencias –el hombre ha desarmado toda su casa para recomenzar su vida en otro lugar, en una casa nueva–. Lo aguarda, en el tubo, una voz grave: “Habla Fernando, Fernando Spiner. Mirá…pasó una desgracia. Algo terrible, terrible. No se puede creer”. El hombre contiene el resuello. “Nos robaron los videos. Todos. El bolso en que estaban los videos. Todos. No nos queda nada”. El hombre permanece mudo. “¿Estás ahí?”, le pregunta la voz. El hombre asiente, pensando, en ese mismo instante, que eso de quedarse mudo en el teléfono y que a uno le pregunten si sigue ahí, sólo ocurre en las películas. Así, desnudo, con el sueño tronchado y la espalda lastimándose sobre un canasto de mimbre, el hombre aguarda que todo, alrededor suyo, funda a negro. Eso no ocurre. En cambio, golpean a su puerta los hombres de la mudanza. “¿No nos daría una manito, don…?”.
Fito Páez en vivo, durante la filmación del video Ciudad de pobres corazones. Foto publicada en el Suplemento Caín N° 7, revista Humor, 1987“CADA VEZ QUE LO ENCONTRAMOS LO VOLVEMOS A PERDER” (Fito Páez, Dando vueltas en el aire.)
Era un bolso marrón, sencillo, de tela de avión. Guardaba, en su interior, dieciocho videocasetes. Esos dieciocho paquetitos contenían la casi totalidad de Ciudad de pobres corazones, un video protagonizado por Fito Páez sobre los temas de su último álbum. Esos videos atesoraban un año y medio de trabajo, iniciado cuando Páez y Fernando Spiner, quien habría de convertirse en el director de Ciudad, trabaron contacto. Un año y medio de trabajo durante el que se escribieron tres guiones para productos absolutamente distintos, más las obvias reescrituras, cristalizando finalmente en ese texto para una narración de 50 minutos, a la que se llamó Fito Páez. Foto publicada en el Suplemento Caín N° 7, revista Humor, 1987Ciudad de pobres corazones. Esos videos atesoraban, también, un tiempo y un trabajo infrecuentes de pre-producción, por lo que muchos profesionales se habían desvelado, poniendo el hombro, sin hacerle ascos a nada. Esos videos atesoraban casi quince días de filmación, jornadas prolongadas, agotadoras, pese a lo cual el entusiasmo fue siempre la fuerza que torció la balanza. Esos videos, por último, eran el resultado de una inversión cercana a los 35.000 dólares, a cuenta de la productora Notar –con Guillermo Caporale y Julio Giri como titulares–, Fernando Moya Producciones y Emi-Odeón, la compañía discográfica para la que Fito graba. Una cifra que deslumbra pero que resulta insignificante, en verdad, a la hora de cuantificar el esfuerzo puesto en juego por un vasto equipo de gente.
El lunes 3 de agosto, por la tarde, alguien irrumpió en la casa de Pablo Mari, el montajista de Ciudad..., un departamento del barrio de Palermo donde se encontraba el mentado bolso marrón. Ese alguien abrió la puerta y se hizo con los videos, más una ingente cantidad de efectos personales de Pablo –su videograbadora, un reproductor de compact-discs y más–. Antes de salir quebró los cristales de una ventana, como para confundir la posible investigación, sugiriendo que ese alguien había entrado por allí. Una vez afuera, se tomó el trabajo de cerrar la puerta, y de hacerlo con llave, tal como estaba.
En ese mismo instante, todo el equipo permanecía en Paladium, filmando el tema que da título al álbum y al video, Ciudad de pobres corazones. Juan Carlos Lenardi, director de fotografía, registraba a Fito en un travelling circular, girando incansablemente en torno suyo, el carro impulsado por Manolo Presas, transfigurado por el esfuerzo. "¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué es lo que quieres saber? No me verás arrodillado", cantaba Páez.
Esa fue la única tarde en que el bolso permaneció lejos de las manos del equipo. Hasta entonces, allí donde se filmaba, allí estaba el bolso. Al ladrón, a los ladrones, esa mínima oportunidad les bastó. Escena del video. Las Gordas tratan de quedarse con la misteriosa cajita "LA PUERTA SE ABRE. UNA SILUETA SE RECORTA, A CONTRALUZ, EN LA ENTRADA DEL CAMARÍN. LA CHICA SE MIRA AL ESPEJO. PLANO DETALLE DE LA CAJITA: LA CHICA LA DESCUBRE, LA TOMA, ESCAPA" (Ciudad de pobres corazones, secuencias 11 y 13 del guión original).

Lo que en el medio de la debacle se aparecía, como un elemento alucinante, eran las coincidencias de lo que acababa de ocurrir con el guión del video. Ciudad de pobres corazones, en la ficción, comenzaba con un robo. La secuencia en que esa acción se concretaba había sido numerada, en la versión definitiva, como trece. Toda la narración, en suma, se sostenía sobre ese hecho: alguien hurtaba a Páez algo que le era sumamente querido. Ese algo permanecía escondido en el interior de una caja de terciopelo rojo, que pasa de mano en mano, que es disputada por varios bandos –las gordas, los skinheads–, y nadie parecía saber qué había dentro de ella. El misterio, pues, no se ceñía sólo a cuál iba a ser el destino final de la cajita sino, también, a qué guardaba en su interior. El robo real agregó el dato que faltaba: bien podía haber, dentro del cofrecito, una copia de Ciudad de pobres corazones: el video...
Durante la filmación, en los escasos momentos de ocio, alguien había comentado el inminente estreno de El estado de las cosas, un maravilloso largometraje de Win Wenders que no había llegado a la Argentina en ocasión de su presentación mundial, hacia 1981. En El estado de las cosas, Wenders no imagina, no inventa, sino que transcribe ficcionalmente su experiencia en Fito Páez. Foto publicada en el Suplemento Caín N° 7, revista Humor, 1987Estados Unidos durante el rodaje de Hammett, sus choques con el productor, Francis Ford Coppola, las discusiones en torno a dos concepciones distintas del cine. El resultado es una joya. Una suerte de documental instantáneo, de documental disfrazado de ficción. Al concretarse el robo de los videos, estaba claro que Ciudad de pobres corazones era una ficción que, instantáneamente, se había convertido en documental. Una ficción que anunciaba lo que estaba por ocurrir, como una bola de cristal, como el espejo de Galadriel.
Anunciado para el jueves 6 de agosto, el estreno de El estado de las cosas no llegó a concretarse. Se comentó que alguien había robado la única copia existente.

“VINO TODO EL MUNDO, LA RADIO Y LA TV. VINO EL COMISARIO, LOS ANGELES TAMBIÉN. TODOS QUIEREN ALGO, SANGRE O NO SE QUE, Y TODO EL UNIVERSO SIGUE INTACTO COMO AYER (Fito Páez, Track-track).
En la madrugada del martes 4 de agosto, un desesperado Pablo Mari telefonea a Fernando Spiner. La noche se convierte en un largo, intolerable, insomnio. Por la mañana, Spiner se comunica con la gente del equipo. La reacción de Páez lo deja demudado. Ante la carga del mensaje ("algo terrible...”), Fito respira, casi con alivio: "Está todo bien, entonces. Pensé que se había muerto alguien. Y eso es lo único irreversible: la muerte. Todo lo demás se puede intentar otra vez. Si es necesario, hacemos el video de nuevo... "
Por la tarde, Sol Valeiras conduce a Fito en un improvisado tour por los medios de comunicación: diarios, radio, TV. De acuerdo al consejo de la policía, no hay que alertar sobre el hecho delictivo en sí mismo. Si el robo toma estado público, explican, los ladrones pueden asustarse y destruir el material. Conviene describir la cuestión como una "pérdida” ofreciendo una recompensa para quien "encuentre" los videos.
En el mismo instante, personal policial busca huellas en la casa de Pablo, como en el más ortodoxo de los thrillers. Los productores, por su parte, concertan una cita con un detective, quien, luego de sopesar la cuestión de los vidrios, declina aceptar el caso. Algo le huele mal, dice. Algo muy extraño. Los teléfonos de la Rock & Pop comienzan a sonar, con voces que dicen tener en su poder los videos, que preguntan por el monto de la recompensa, que aseguran haberlos destruído porque sí, por puro odio, no más.
La certeza surge del aire: "Hay que ir a ver a una bruja". Fito se prende. Spiner también. Sofía Wyrouboff, una de las actrices del video, busca un número telefónico en su agenda. “Acá –dice–, es ésta. Llamemos ya mismo…”

“EL JOVEN EN CUYO PODER ESTA LA CAJITA SE DIRIGE A UN TELÉFONO PÚBLICO, EN EL INTERIOR DE PALADIUM. LA MÚSICA BAJA SUTILMENTE DE VOLUMEN. MARCA UN NÚMERO. ESPERA. ALGUIEN RESPONDE. EL JOVEN HABLA: LO TENGO...” (Ciudad de pobres corazones, secuencia 24 del guión original.) Esta foto de Fito Páez es la que se utilizó para el arte de tapa del disco. Publicada en el Suplemento Caín N° 7, revista Humor, 1987
La Bruja le dice a Spiner que los videos están intactos. Que van a aparecer, sanos y salvos. Que sólo es cuestión de esperar. Que todo es una fuerza que alguien ejerce en contra de Fito. Que hay que revertirla, transformarla en algo positivo, como un disco, como un video. "Tienen que desear intensamente, y les será dado: con eso bastará", asegura.
Ese día se cumplen 25 años de la muerte de Marilyn.
Otro detective, el segundo, revisa concienzudamente los hechos. Se reclina en su silla, y dice: "En este caso, la única que cabe es esperar". Esperar que quienes tengan los videos se decidan a intentar el contacto. Esperar. Esperar...

“CHE, PARECE QUE LE CHOREARON LOS VIDEOS A FITO PÁEZ. DEVUELVANLOS, NO SEAN ASÍ, QUE FITO ES BUENA GENTE" (Alberto Olmedo, durante No toca botón).
“YO BUSCO ALGO QUE NO SE ENCUENTRA” (Fito Páez, Bailando hasta que se vaya la noche).
En un café. El rostro de Spiner muestra las huellas del insomnio, de la angustia. Su sonrisa, empero, no ha variado. Se le dice que quizá convendría acelerar los trámites para filrnarlo todo otra vez. "¿Sabés que pasa? Si aparecieran los videos hechos mierda, destrozados, todo estaría bien. Uno sabría que no hay nada que hacer al respecto, y empezaría, otra vez, desde cero. Pero los videos pueden estar en perfectas condiciones. Son como hijos desaparecidos. Mientras uno no haya visto sus cadáveres, significa que están vivos, y los busca, en lugar de pensar en tener un hijo nuevo."
Spiner tiene razón. Tal vez los videos, como la cajita de la ficción, anden por ahí, rodando de mano en mano, intactos.

"El skinhead golpea a la gorda con la cadena, en los tobillos, La gorda se derrumba, y la cajita se desliza por el piso de Paladium, entre los pies de los asistentes" (Ciudad de pobres corazones, secuencia 32 del guión original.) La lucha entre Gordas y Skinheads Faltan un par de horas para que Páez y su banda salgan a escena. Es un viernes, 21 de agosto, en Obras Sanitarias: presentación "oficial" de Ciudad de pobres corazones -el álbum-. Por allí anda Luis Alberto Spinetta. Por allí andan también Spiner y buena parte del equipo de filmación. El comentario es unánime: los videos tienen que estar por aparecer. ¿Por qué? Muy sencillo: si hasta entonces todo se había desenvuelto de acuerdo al guión, ¿por qué no pensar que esas "coincidencias" iban a mantenerse, a rajatabla, incluso en el final? En la ficción, la cajita retorna a su lugar de origen en el último minuto, sobre el tema que cierra el video. De acuerdo a ese planteo, los videos debían aparecer entonces. "Ya sé: voy a hacer un exorcismo en escena", se ilumina Páez. La idea suena atinada, en un contexto de delirio como el de las últimas semanas. Cuando sale ante el público, Fito parece reconcentrado, algo abatido, y no dice una palabra más allá del texto de sus canciones.. "No tengo nada que decir", explica sobre el final del concierto, haciéndolo expreso.
Las luces de Obras se encienden. El público emprende el regreso. Para muchos de los vinculados efectivamente al video, se respira algo así como un aroma a derrota. Se le dice a Páez que ha olvidado su acto de exorcismo. "No, estás equivocado: lo hice durante la primer parte del show. Vas a ver que va a dar resultado...". La Gorda (Pía Uribelarrea) y el skinhead (Osvaldo Ventroglia), enfrentándose por la posesión de la cajita. “ME METIERON EN UN ROLLO QUE AL FINAL NO SE MUY BIEN COMO SE SALE" (Fito Páez, A las piedras de Belén.) El lunes siguiente, 24 de agosto, el comisario José Antonio Kupczewski llamó a la Rock & Pop y pidió hablar con Fito Páez. Quería que certificara si ciertos videocasetes que estaban en manos de la policía eran aquellos que le habían robado. A media tarde, Spiner, Corina Leibinstein, Caporale y Giri llegaron a la Comisaría 23a. Los casetes eran tres, y sí pertenecian a Ciudad de pobres corazones.
Les dijeron que había una pista concreta para hallar el resto.
Al otro día, por la mañana, un nuevo llamado dio cuenta de su aparición. Las coincidencias, con el guión, con la ficción de Ciudad de pobres corazones, fueron entonces perfectas. En el video queda un misterio por resolver, aunque se sepa quiénes son los que pretenden robar la cajita y cuál es su destino final. En los hechos reales, se averiguó quiénes fueron los responsables del robo y se los detuvo: se ignoran, sin embargo, muchas circunstancias. Los vidrios en la casa de Pablo. Por qué los que tenían los casetes no intentaron el contacto, a pesar de la recompensa ofrecida. Por qué el material apareció separado en dos partes.
Como en el video, sobre el final, el misterio es aun mayor que al comienzo. En la ficción, el robo de la cajita es el hecho que desencadena la acción. En los hechos reales, el robo de los videos dinamitó la barrera con la que la gente del equipo separaba la ficción de lo fácticamente verificable. Durante todo el tiempo, uno podía sentirse parte de un filme vasto, cuya lógica escapaba a toda comprensión, y no siempre esa percepción, la de ser "filmado", la de formar parte de una ficción absurda, era placentera. Más aun: como en una película de David Lynch, el robo marcó la irrupción de nuevas reglas del juego, reglas surrealistas, casi, reglas que alborotaban los distintos niveles de la percepción. La lógica cartesiana podía decir poco del asunto: era, a todas luces, irracional. Hilar, por el contrario, todos los signos –incluida la bruja, el exorcismo y el texto de un guión que parecía tener vida autónoma– echaba otra luz sobre el asunto: así visto, todo trasuntaba cierta... racionalidad. Tomarlo así, o dejarlo. Al mismo tiempo que los videos reaparecían, la policía de Rosario atrapaba a los asesinos de la abuela de Páez.
Sofía Wyrouboff, cuya irrupción en los camarines desencadena la acción. “DAME TU AMOR, SOLO TU AMOR" (Fito Páez, Track-track.)
El lunes 7 de setiembre se reanudó el rodaje. Spiner saltaba de un rincón a otro, exultante. Lenardi preparaba el cuadro. Jorge Ferrari, director de arte, corregía un detalle en la escenografía. “Silencio”, pidió Claudio Reiter, asistente de dirección. José Luis Díaz puso a punto la cinta del playback. Con una sonrisa, Fernando dio pie a la acción: "Cámara...”. Se le dice a Spiner que, en lo posible, su próxima película no debería tratar sobre el holocausto nuclear. Por las dudas.

CIUDAD DE POBRES CORAZONES: EL VIDEO

Director: Fernando Spiner
Guión: Fernando Spiner y Marcelo Figueras
Director de fotografía: Juan Carlos Lenardi
Director artístico: Jorge Ferrari
Sonidista: José Luis Díaz
Montaje: Pablo Mari
Asistente de dirección: Claudio Reiter
Key Grip: Manolo Presas
Jefe de producción: Corina Leibinstein
Ayudante de la dirección artística: Juan Mario Roust
Coreografía: Diana Machado
Operador de VTR: Arturo Santana
Asistente de producción: Gabriel Posniak
1° Dirección: Freddy Grünberg
Utilero: Oreste Sachi
Jefe de reflectoristas: Leo Centeno
Capataz reflectorista: Alejandro Chernov
Maquillaje y peinados: Daniel Barceló
Realizador escenográfico: Marcelo López
Camarógrafo: A.F.Mouján

EL EQUIPO QUE JUGÓ PA´ LA TEVE
Lo filmaciones son terreno fértil para los desencuentros. Hay que hacer demasiadas cosas en un tiempo nimio, hay que correr de aquí para allá, bregar porque todo aparezca cuando debe. Aun en los rodajes más adinerados, donde se supone que todo debe fluir, las chispas saltan. Las filmaciones son un tiempo límite: disparan lo peor, o lo mejor, de la gente. A este respecto, el equipo de Ciudad de pobres corazones funcionó todo en una misma dirección: siempre con una sonrisa, siempre poniendo el hombro, siempre aportando nuevas ideas A sabiendas de que un rodaje puede convertirse en un calvario, el equipo manejó las circunstancias –algunas de ellas en verdad excepcionales, tal como se lo narra en este número de CAIN–, con tanto tino que hizo de la cosa una experiencia altamente placentera. Quizás el principal responsable de esto sea el propio Spiner, monsieur le regisseur, con la colaboración de todos, hasta el últlmo, de los integrantes del equipo. Trabajar de ese modo es una delicia. Nobleza obliga.

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